sábado, 16 de mayo de 2015

La Sicronicidad ( Parte 3): Azar-El y la “aleatoriedad” de los “dados cargados”





Dr. Adolfo R. Ordóñez


¿Tienen la Astrología y la Física Cuántica alguna conexión?



“Nosotros siempre tratamos de buscar la causa por la que algo ha sucedido. Los antiguos chinos, en cambio se preguntaban: ¿Qué es más probable que suceda en conjunto? …Si leemos las crónicas históricas chinas, simplemente dicen que en el año del dragón, la emperatriz se fugó con su amante; los tártaros invadieron el país; las cosechas se perdieron; y en la ciudad de Shangai hubo una epidemia de peste" [...] "[...] en el Bhagavad Gita 'Yo soy el juego de dados' el dios Krishna dice de sí mismo. Soy el Ser que se asienta en el corazón de todos los seres. Soy el principio, el medio y el final de todos los seres. Soy Vishnú, el sol radiante entre todos los cuerpos luminosos” 3
Dra. Marie Luise Von Franz





Es notable la similitud entre esta antigua Astrología China con la Mecánica Cuántica. En efecto, en esta última, en la imagen o representación de Schrödinger, cada sistema, en cada momento o instante,  tiene un estado, que viene dado por una función de onda ‘psi’ ψ, que satisface una cierta ecuación de evolución temporal -que hoy se llama en homenaje a él- Ecuación de Schrödinger. Dicha ecuación regula cómo varía el estado “psi” en el tiempo, lo cual depende de cómo es el observable “energía” del sistema. Esta ecuación con la que evolucionan 'los estados' sucesivos (o sea 'los hexagramas' del "Libro de las Mutaciones" o 'I Ching') por los que va pasando el sistema, cumple un rol parecido al del 'I Ching'.
El sistema tiene también un álgebra de observables. Dicha álgebra codifica la información de todas las cosas o propiedades que tienen alguna probabilidad de observarse ya sea separada o conjuntamente en el sistema. Este último caso 'conjunto' se da cuándo y sólo cuándo conmutan los operadores matemáticos –digamos, A y B- asociados a los observables A y B. Es decir, cuando AB = BA.
Semejanzas: [Además de las que ofrece el I Ching, tal como ya señalamos] el “sistema social chino” tenía entonces en cada 'momento' anual un estado, el cual venía descrito en la Astrología China como “el año del dragón”, o "el de la serpiente", o "el del caballo", etc. Si se objeta que “un año no es un instante”, basta flexibilizar la noción de “momento” para que pueda durar un año (o incluso más según el sistema de que se trate) y no sólo un instante sin duración –lo cual también fue propuesto, por David Bohm-. Así como el físico cuántico busca “clases de observables que se puedan medir conjuntamente en cada momento” del tiempo, y sigue su evolución matemáticamente, el astrólogo chino con sus datos, y basado en múltiples “observaciones empíricas” acumuladas durante muchos siglos por la Astrología China, proporcionaba información acerca de clases de propiedades que tenían una probabilidad no nula de ser observadas conjuntamente en dicho “sistema social”, y el modo cómo irían variando con los años, según fuesen los restantes estados que el sistema debería ir atravesando. En ambos casos, los resultados sólo pretenden (o pretendían) ser probabilísticos.
Así se entiende que Niels Bohr, uno de los “padres” de la cuántica, y autor del llamado “Principio de Complementariedad”, haya elegido para su escudo de armas, al ser honrado con el Título de “Caballero” danés, el antiguo símbolo chino del Tai Chi con el Yin y el Yang, rodeado de la inscripción “contraria sunt complementa”4.

Uno de los principios básicos de la Mecánica Cuántica –motivado por décadas de experimentación y múltiples intentos teorizadores alternativos, que finalmente mostraron  ser inadecuados- es que:

La Naturaleza, en sus fundamentos últimos, no descansa sólo sobre la causalidad, sino sobre una “aleatoriedad (acausal) sui generis” que depende del 'estado' de cada sistema. Es decir, las probabilidades de que algo le ocurra a un sistema, o del valor que podríamos medir en sus “observables” característicos dependen de su estado.

Para decirlo de un modo metafórico pero que a todos nos resultará más familiar: “¡Si estás en un “estado” psicológico pesimista y deprimido, mejor no vayas al casino! Todas las probabilidades de ganar estarán en tu contra. Si, en cambio, 'estás psicológicamente optimista, en ganador' tus chances serán mejores (aunque nunca se puede estar 'seguro').”
Pasa como en un dado. Si no está “cargado”, la probabilidad de que salga 6 es de 1/6. Pero si está “cargado” con un peso mayor sobre la cara opuesta al 6, la que corresponde al número 1, la probabilidad de que salga el 6, es mayor que 1/6.

Podríamos decir que la famosa expresión de Einstein: “Yo no creo que Dios juegue a los dados con el Universo” –que él usaba para oponerse a la naciente Física Cuántica, que nunca aceptó- estaba equivocada, porque suponía que se trataba de dados comunes, “sin cargar”. En rigor, el Cosmos no es “determinista” o “causalista” de modo absolutista, porque ello nos quitaría todo libre albedrío. En lugar de ello, está organizado para que podamos “dar y recibir” mediante un ingenioso sistema de “dados cargados” por el 'peso' de nuestros 'estados'.
¿Queremos cambiar nuestra suerte? Por ejemplo, ¿Desearíamos que ciertos eventos que nos desagradan dejen de rodearnos como molestas moscas? ¡Se puede! ¡Simplemente debemos cambiar de “estado psicológico”! ¿Cómo se hace eso? ¡Ah, ahí está en juego toda la Mágica Ciencia de la Vida y el Arte de Vivir! Pero si no se informan mínimamente y maduran psicológicamente de acuerdo a lo que aconseja la verdadera espiritualidad y la verdadera Astrología, me temo que les va a costar mucho!
A la par de los grandes Arcángeles Miguel o Mija-El (‘¿Quién como Dios?’) o Gabriel (Gavri-El, ‘la Fuerza-Poder de Dios’), etc., podemos pensar que los Destinos de la Vida son administrados por el 'imaginario' Arcángel “Azar-El”… (¡El Arcángel de la Magia de la Vida, la Sincronicidad!)

La notable relación de Jung con Pauli
Wolfgang Ernest Pauli, (nacido en Austria el 25 de abril de 1900, y fallecido el 15 de diciembre de
1958). Primero se nacionalizó suizo, y luego estadounidense. Fue un físico teórico de los más brillantes del siglo XX, y uno de los pioneros de la Física Cuántica.
Luego de ser nominado por Albert Einstein, recibió el Premio Nobel de Física en 1945 por su “decisiva contribución de una nueva ley de la Naturaleza, el Principio de Exclusión de Pauli”, que involucra a la teoría del Espín, apuntalando la estructura de la materia y de toda la química. Dicho Principio es de naturaleza acausal, al igual que lo es, el de la Sincronicidad de Jung.


Los ‘Bosones’ y los ‘Fermiones’

La idea básica del descubrimiento de Pauli es que en el mundo hay dos tipos de comportamientos muy diferentes en los dos tipos de materia que se conocen: los bosones y los fermiones. Cada uno de los dos tipos de partículas efectúa permanentemente un “giro sobre sí”, una clase de “danza” diferente, -siguiendo una bella metáfora del físico David Peat 5-.
Los “bosones” –son partículas que hacen de 'mediadoras' en las “fuerzas” o interacciones, tales como los mesones, los fotones, el gravitón, etc.- tienen 'espín' entero (0; 1; y 2; respectivamente) y “danzan” en forma simétrica. Eso les permite estar tan “cerca” unos de otros como quieran, generando “estados coherentes", tal como ocurre con el láser o los superconductores.
Los “fermiones”, tal como los electrones, protones, electrones y neutrones, son partículas más asociadas a lo que comúnmente llamamos “materia” (como los átomos), en cambio, 
tienen 'espín' semientero (1/2; 3/2; etc) y “danzan” en forma antisimétrica. Y ello hace –por un proceso demasiado complicado como para contarlo aquí- que surja una especie de “repulsión” entre ellos, que no puede ser considerada una “fuerza”, por lo menos no del mismo tipo de la que separa a las cargas del mismo signo), pero que los “excluye” de poder hallarse en el mismo estado cuántico. La “danza antisimétrica” de los fermiones es de tal naturaleza que hace que estos “se eviten” entre sí de un modo holístico y no local, tal como ocurre en la EPR (Experiencia de Einstein-Podolsky-Rosen).
Esto permite explicar nada menos que la impenetrabilidad de la materia; por qué los electrones que rodean al núcleo atómico se disponen en diferentes niveles de energía, lo que a su vez explica las propiedades químicas de los distintos elementos, etc. También sirve para explicar la formación las diferentes posibilidades de la evolución de las estrellas, desde una estrella común hasta un púlsar o un agujero negro. Con esto se podrán dar una idea de la importancia capital de la obra de Pauli. Ahora bien, resulta que esa “repulsión” a que hicimos referencia, no es una “fuerza” ordinaria, ni es de naturaleza causal, sino que se trata de un fenómeno holístico, no local y acausal, tal como la sincronicidad de Jung.

El científico sujeto a sincronicidades muy humanas

Hacia finales de 1930, un año después de asumir su cátedra universitaria de Física en Zürich, y de postular la existencia del neutrino –partícula hasta entonces desconocida-, Pauli sufrió dos duros golpes del destino. Murió su madre, y se casó con una cantante de cabaret que lo abandonó a las pocas semanas. Tal como cabría esperar, Pauli sufrió un colapso psíquico severo. En ese momento lo consultó a Jung, quien rápidamente comenzó a interpretar sus sueños profundamente arquetípicos. Pauli, se convirtió en uno de sus mejores estudiantes de psicología profunda.
Acá vemos el accionar de “Azar-El”. Resulta que Pauli tenía como función principal la racional siendo, por ende, el sentir su función inferior. Como ya indicamos en artículos anteriores, si esta última no es trabajada con esmero –cosa que evidentemente no sucedía en este caso- se hace presente de forma compulsiva y con características primitivas: la “bailarina” ¡no fermiónica ni bosónica, sino de cabaret! Y como esposa del genial científico.

Sin embargo, pronto Pauli mismo comenzó a aportar con su vasta experiencia científica y epistemológica a la teoría junguiana, y esto contribuyó a una clarificación de los pensamientos posteriores, especialmente los relacionados con el concepto de sincronicidad. Esta influencia fue determinante para que Jung se decidiera finalmente a publicar sus ideas acerca del tema de la sincronicidad. Una gran cantidad de estas discusiones están documentadas en las cartas entre Pauli y Jung, publicadas hoy como "Atom and Archetype". Jung elaboró  el análisis de más de 400 sueños de Pauli, los cuales aparecen en "Psicología y Alquimia". Si bien Jung no da la identidad del soñante y se refiere él como un ser con un 'carácter espiritual superior', se supone que los mismos pertenecen al físico austríaco.
Un ejemplo más de la “Ley de Sincronicidad” se dio cuando Pauli “supo” que se iba a morir cuando lo internaron en la habitación número 137, porque pensó: “¡Son los números que dan la constante de estructura fina! 6” -para los cuales la Física no tiene explicación-. Así que, infirió: “¡de ésta no me salvo!”. Acertó: allí terminó sus días. Tal vez, otro hubiera sido su destino si hubiera podido profundizar -más de lo que efectivamente hizo- en la Kabaláh (¡Cuyas letras hebreas suman justamente 137, significando “recepción” de luz!)....
Entre la comunidad internacional de los físicos circula la versión del llamado “efecto Pauli”. Parece ser que a este brillante físico teórico le desagradaba tanto tener que hacer experimentos concretos, que se dice que no podía entrar a un laboratorio sin que -al instante- se rompiera o descompusiera algún delicado aparato de medición. Obviamente, de ser esto cierto –como muchos de los que los presenciaron sostienen- se trataría de otro notable ejemplo de “eventos sincronísticos”.

La Sincronicidad es una importantísima Ley Psicológico-Espiritual que, tal vez, no pudo ser enunciada en la antigüedad con la precisión y referencia experimental explícita que la Ciencia actual demanda, hasta que apareció la notabilísima presentación de Jung. Sin embargo, era ya conocida y usada bajo el nombre de "Ley de Simpatía entre lo Semejante", tanto por los pueblos del extremo oriente como por los de todo el mundo antiguo, en particular por los cabalistas.

Dr. Adolfo R. Ordóñez



3 Sobre adivinación y sincronicidad; M.L. von Franz; Paidós; Barcelona 1999.
4 Es decir, en latín: “Los contrarios son complementarios” tal como la Cuántica ha mostrado que ocurre con la naturaleza tanto ondulatoria como corpuscular de la materia (electrones, protones, etc.) y la radiación electromagnética (tal como la luz, los rayos ultravioletas, los rayos X, etc.). Ninguna de ambas imágenes, la de la materia como 'ondas' (u 'olas'), ni como formada por 'corpúsculos' (tipo 'bolas de billar') puede por sí sola dar cuenta de los experimentos. Ambas imágenes son necesarias y complementarias, según el contexto de que se trate.
5 Sincronicidad. Puente entre mente y materia; F. David Peat; Ed. Kairós; Barcelona 1988.
6 Es una de las veinte constantes fundamentales de la Naturaleza. Cualquier cambio aparentemente insignificante en alguna de ellas… y ya nada sería igual en el Universo. Tal vez no hubiera habido galaxias, ni estrellas, ni planetas, ni seres vivos. En particular, la constante de estructura fina, cuyo valor es muy aproximadamente 1/137, rige todo lo referente a la luz, a la estructura atómica y a cualquiera de las interacciones electromagnéticas.







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