viernes, 7 de septiembre de 2018

Fuente en la Kabaláh en la que se basó la metafísica de Filón de Alejandría (ver: “Filón de Alejandría y Helena P. Blavatsky”)



Dr. Adolfo R. Ordóñez


En la Kabaláh ‘Dios’ es considerado como una Esencia Incognoscible (Atzmut Haneelam) que tiene la posibilidad de autoexpresión tanto como una Voluntad Infinita (Ein Sof), como una Voluntad Finita –ocultando su Infinitud- en los diferentes grados y Mundos del Adam Kadmón y las Sefirot. De dicha Esencia Inescrutable irradia (en un metafísico ‘Big Bang’) la Luz Divina –también Infinita y Finita- que da origen y nacimiento al Cosmos, tanto al Ideal como al sensible, y a todos los Seres y Energías Vivientes (o ‘Constelaciones’) que en él moran (o moraron, o morarán). Estas últimas son consideradas como ‘Instrumentos’ para las operaciones ‘omni-entrelazadas’ (o las ‘omni-sincronicidades’ que todo lo conectan) de la Única y Absoluta Deidad. De otro modo, se trataría de una ‘idolatría’ para los cabalistas. Admiten a la Astrología, pero no concebida como una ‘Astrolatría’.
La Kabaláh nos dice que ‘al principio’ sólo estaba la Luz Infinita (el Or Ein Sof) cuya Plenitud todo lo llenaba. Entonces, la Divina Voluntad produjo un Gran Repliegue sobre Sí  Misma, un Auto-Ocultamiento divino (Tzimtzum), que posibilitó la aparición de un ‘Espacio-Lugar’ vacío –digamos una Gran Esfera Oscura en la que la Luz Infinita se ha ocultado- donde brotarán a la existencia todos los Mundos de diversos ‘grados de finitud’. Es como un Gran Maestro que ‘repliega Su Saber’, a fin de transmitir una enseñanza voluntariamente limitada a lo que sus alumnos puedan asimilar. Dicha ‘Enseñanza de Vida’ se transmite vía un Rayo (o Kav) de Luz Finita y con diferentes ‘medidas’ según las distintas capacidades de recepción de los ‘alumnos'. Se forma así por la acción del Rayo de Luz reincidente (pero limitada y finita) en el Espacio Primordial dejado por el Tzimtzum (u Ocultamiento), la Primera Imagen Divina, el ‘Gran Hombre Primordial’, el Adam Kadmón, que es el Logos de Filón.


Las ‘Constelaciones’ (zodiacales o no) –pero con la salvedad antes hecha- son las ‘Potencias’ Mayores o menores, los Lógoi de Filón.
Ahora bien, resta aclarar por qué dijo que hay Cinco ‘Potencias Mayores’ a partir de la Kabaláh, de la cual era un evidente entendido. Para decirlo en pocas palabras: ¡Son las Cinco Severidades del ‘Anciano de los Días’ (Atík Iomín), el aspecto más profundo de la Sefirá ‘Corona’ (Kéter)! ¿Recibimos de Dios sólo ‘Severidades’, y no ‘Bondades misericordiosas’? Trataremos de explicar cómo responde la Kabaláh a esta incómoda y paradójica situación.
Según el Judaísmo (y todas las Tradiciones Esotéricas) el tiempo mundanal no es ‘lineal’, sino que transcurre ‘circular’ o cíclicamente. Ello significa que la Energía Vital (Jaiut) no fluye como un río continuo y rectilíneo, sino que se distribuye ‘discontinuamente’, en gigantescos ‘cuántos’ (o ‘dosis’) uno para cada período o ciclo (por ejemplo, anual). Cada uno de estos ‘cuántos’ desciende al mundo al comienzo de un ciclo, y se va descargando poco a poco hasta agotarse; luego comienza otro ciclo con una nueva provisión energética, para ser distribuida según el Poder Directivo de Justicia (Hanagat haMishpat) de la Divinidad (o sea, según la ‘Ley del Karma’, como le acostumbra llamar cada vez más gente). ¿Ahora bien, cómo es que ocurre la llegada de la nueva Energía Viviente para cada ciclo?  Según los cabalistas -y restringiéndonos a considerar lo que mejor conocemos, los ciclos anuales de nuestro mundo-, ello sucede en Diez Días (del calendario hebreo, que es luni-solar) de una importancia trascendental: son los días entre cada ‘Cabeza de Año’ y el siguiente ‘Día del Perdón’ (Rosh haShaná - Iom Kipur). Nótese que no se dice ‘Comienzo del Año’ (Tejilat haShaná), sino ‘Cabeza del Año’. Esa expresión se debe a la existencia de una notable y muy instructiva analogía ‘Tiempo-Alma’ entre la forma en que la energía llega al nuevo año, con el modo en que la vitalidad del Alma desciende desde el centro ‘corona-rio’, ubicado sobre la cabeza, hasta diseminarse por todo el cuerpo. Es sabido que el Día del Perdón, Iom Kipur, rememora al sexto día donde fue creado Adán, el primer hombre, y cuando bíblicamente se produjo su primera ‘transgresión’, y su ulterior ‘Perdón divino’.
De hecho, en todas las Tradiciones Sagradas de la humanidad, se ha considerado que esto se halla representado en una Sabiduría ya contenida en los aspectos ‘cualitativos’ de los Números –enteros y positivos-: el Uno (o el Diez, que es otra ‘octava’ superior –para decirlo ‘musicalmente’- del Uno) contiene en sí mismo a la Totalidad o ‘multiplicidad’ que se despliega en los otros Números, desde el Dos (o Veinte, Doscientos, etc.) hasta el Nueve (o Noventa, Novecientos, etc.). Esta ‘Aritmosofía’ se ve claramente en las enseñanzas de la Escuela Pitagórica, en la de los Arcanos Menores del Tarot, etc. El Número ‘Uno’ en hebreo se representa por la letra Álef (א), que corresponde a la Sefiráh de Kéter, la Corona, y el Diez corresponde a la Sefiráh de Maljut, el Reinado. Para mencionar otra forma parecida de ‘sintetizar las energías de los doce meses anuales’ –aunque menos esotérica, por la casi total ignorancia de su existencia, y la pérdida de su sentido entre los cristianos, y la consecuente pérdida de su eficacia simbólica-. Ésta es de tipo duodecimal (12) y sigue el calendario cristiano, que es únicamente solar: son los Doce Días entre la Navidad y el Día de los Tres Reyes Magos, que traen sus ‘regalos’ para todos los ‘niños’ en el sexto día [otra similitud con el 'Día del Perdón', el último de los Diez Días de 'recarga energética' (o 'sintetizadores') del año nuevo judío, en vez del último de los Doce Días de 'recarga energética' (o 'sintetizadores') de los Doce Meses del año nuevo cristiano].
Volviendo a la Kabaláh, tenemos que añadir que luego del Adam Kadmón surgen cuatro Mundos:  1) el Mundo de la Emanación (Olám haAtzilut) que es inseparable del Adam Kadmón o Primera Imagen de Dios (como el brillo del diamante es inseparable de éste); y luego siguen otros tres Mundos que son como un ‘ropaje’ de Dios, y no sólo no evidencian la unión con Él, sino que distorsionan o ‘tapan’ la percepción de Dios: 2)  el Mundo de la Creación (Olám haBriáh) de las almas y los ángeles superiores; 3) el Mundo de la Formación (Olám haIetziráh) de los restantes ángeles; y 4) el Mundo de la Acción (Olám haAsiáh) que, mediante una ‘Creación de la Nada’ de la Sustancia Primordial (hiulí o el hilé griego), [ver otro artículo de este mismo blog] por parte de la Voluntad Divina, y de Su operación -siguiendo la base formal-ideativa provista por el Adam Kadmón y los cuatro mundos antes mencionados- sobre el hiulí, se condensan en el mundo material que percibimos. Los ‘tres mundos inferiores’ existen para que sea posible desarrollar un sentido de ‘yo’, una existencia ‘propia’ y que se sienta independiente de Dios. (Eso no significa que de verdad lo sea, ni mucho menos ‘oponerse al Propósito o a la  Voluntad Divina’, para lo cual hacen falta las ‘cáscaras’ o Kelipot, de las cuales nos hemos ocupado en otros artículos de este blog).


En relación a las Energías Vitales entrantes en cada año, tenemos que decir que ellas se van acumulando durante los diez días entre Rosh haShaná - Iom Kipur en la décima Sefiráh de Maljút del Mundo de Atzilut. Como el Árbol de la Vida cabalístico con sus diez Sefirot es holográfico, hay una Maljút en Iesód (de la cual emana una Iesod en Maljut),…, hasta una Maljút en Kéter (de la cual irradia un Kéter en Maljut). Así, desde Rosh haShanáh hasta Iom Kipur, la Maljut del Mundo de Atzilut se va llenando con las diez diferentes energías sefirotales que, en última instancia, provinieron desde Kéter de Atzilut. La primera noche de Rosh Hashaná, al término de las oraciones, se acostumbra a saludar diciendo –además de “leshaná tová”- que incluso se puede desear a los amigos en los días anteriores, “que seas inscripto y sellado”, en hebreo: “ticatev vetejatem” (para un buen año). Más aún, durante el momento más solemne de Iom Kipur, en la Neilá (plegaria que significa ‘cierre’, pues se recita al final de Iom Kipur) descienden sobre Maljút las Cinco Severidades del ‘Anciano de los Días’, y son ellas las que ‘sellan’ el destino ‘kármico’ del año para cada uno. Y luego, esta Sefiráh de Maljút  (que se dice ‘la Madre de toda la vida’, Em kol jái) hace que esas energías vayan descendiendo por los tres mundos inferiores a medida que transcurre el año, brindando así todas las ‘riquezas’ (en salud, hijos, trabajo, dinero, etc.) correspondientes. Hemos de aclarar que este ‘sellado’ en la Neilá no determina completa y definitivamente el destino anual personal. También depende del  comportamiento personal ulterior. Para que se entienda mejor: El ‘sellado’ es como si a alguien le depositaran una suma de dinero en una cuenta bancaria, lo cual, por sí mismo, no le asegura que reciba efectivamente esa plata, pues podría ocurrir que esa persona no vaya en su búsqueda, o que vaya, pero sin su documento de identidad, o fuera del horario de atención del banco, etc.
Dice la Kabaláh que en el mes de Elul, el anterior al fin de año judío, es como si Dios fuera un Rey que pasea por el Campo, y se deja observar por cada campesino que pasa a su lado. Pero desde Rosh haShaná hasta Iom Kipur es como un ‘tiempo solemne’ durante el cual el Rey está adentro de su Palacio, y ya no se deja ver, ni recibe a cualquiera ante Su Presencia. De hecho, se lo compara con el tiempo de la ‘Coronación (Keter) del Rey’ en su ‘Reinado’ (Maljut). Un verdadero Rey debe ser ‘elegido’ y ‘aceptado’ como tal por su pueblo. Por eso, en este período, debemos ‘elegir’ (o ‘confirmar’) a Dios como nuestro Rey, para que reine en nuestra vida, por medio de nuestra teshuváh. Sólo de ese modo despertaremos en Él el atributo de ‘Reinado’, el más oculto y difícil de evocar.
En nuestra experiencia, cuando está terminando un año y la energía anual ya se está acabando, ello se siente en forma de ‘dificultades’ u obstrucciones, que se van rápidamente con la nueva y ‘fresca’ energía entrante para el nuevo año. Y esto no es sólo para los judíos: ¡Conocemos numerólogos europeos muy apreciados, que en sus cálculos cambian el número del año común al del año siguiente partir del Rosh haShaná judío!
Ahora estamos en condiciones de entender la solución de la paradoja que planteamos al comenzar: Si bien es evidente que Dios es Bondadoso, y que, obviamente, existen Cinco Bondades del ‘Anciano de los Días’ (en Kéter del Mundo de Atzilut) que también contribuyen a la ‘construcción’ cíclica de la Sefiráh ‘Reinado’ (Maljut) del Mundo de la Emanación (Olám haAtzilut). Sin embargo, esas Cinco Bondades son de una naturaleza tal que -por sí mismas- obrarían de modo general y para todo el universo, y no estarían destinadas a llegar a cada alma o persona en particular. ¡Para que ello sea posible es necesaria la acción de las Cinco Severidades del ‘Anciano de los Días’, que separan  las Bondades para que puedan manifestarse ‘individualmente’!  Después de todo, el libro del Resplandor o Séfer haZohar nos enseña que en el ‘Anciano de los Días’ no hay un ‘pilar izquierdo o de la Severidad’ separado del ‘pilar derecho o de la Bondad’ –como pasa en el Árbol de la Vida a partir de la Sabiduría (Jojmáh) y el Entendimiento (Bináh)-. Podremos comprender esto mejor haciendo algunas analogías: a) nuestras manos nos son tan útiles para trabajar o escribir con ellas, gracias a que tenemos cinco dedos separados de nuestras palmas; b) del mismo modo, la lluvia es tan benéfica porque su enorme masa de agua está dividida en gotas, de otro modo al caer aplastaría a todo ser viviente sobre la tierra; c) la voz que surge del núcleo del aliento puede pronunciar a cada letra individualmente, gracias a los ‘cinco órganos fonatorios’: garganta, paladar, campanilla, lengua y dientes.
Como este año Rosh haShaná cae en el atardecer del 9 / 9 / 18 (¡A prepararse, son Números muy ‘fuertes’!) desde Nexo Cielo Tierra les deseamos a todos que puedan hacer un profundo ‘examen de consciencia’ y un balance del año que pasó, que puedan replantearse y –si es posible- corregir de todo lo que hicieron mal, o no debieron hacer, o deberían haber hecho pero no hicieron (es decir, que hagan su teshuváh), y QUE TENGAN UN AÑO BUENO Y DULCE: “LeShaná Tová Umetucá”.


martes, 4 de septiembre de 2018

Filón de Alejandría y Helena P. Blavatsky


Filón de Alejandría y Helena P. Blavatsky

Dr. Adolfo R. Ordóñez

En los comienzos del complejo movimiento religioso que luego se llamó ‘cristianismo’, sólo una proporción minoritaria de la población judía vivía en la llamada “Tierra Santa”. La mayoría  residía en la ‘diáspora’, y se habían dispersado alrededor del Mediterráneo y en la Mesopotamia (entre los ríos Tigris y Éufrates). Sin embargo, es muy poco lo que se puede deducir de los documentos o inscripciones y monumentos de la época. Y en algunos casos, como el de los judíos de Roma, Cartago o Antioquía, no nos ha llegado ningún texto literario que nos revele lo que pensaban y creían. La única ciudad que nos dejó mejor informados al respecto fue Alejandría, la ciudad fundada por (y para) Alejandro Magno. De hecho, hacia la época de Jesús, si sólo tomáramos en cuenta los elementos cuantitativos que conocemos, pareciera Alejandría, y no Jerusalén, la gran metrópoli de Israel. En ella se había desarrollado una copiosa y original tradición cultural judía. Esta se había constituido realizado un valioso esfuerzo de síntesis entre la ‘revelación’ y la mística judía y el pensamiento filosófico griego. Incluso esta singular combinación terminó por influenciar de forma decisiva a varios grupos de los primeros cristianos, tanto a los que fueron cristalizando la ‘ortodoxia’ eclesiástica, como a los que fueron luego llamados los ‘gnósticos’. Fue de esta fuente que surgió la versión griega de la Biblia, la Septuaginta (o versión ‘de los Setenta’, supuestamente provenientes de las doce Tribus de Israel). Las particularidades de esa
‘traducción’, obviamente, reflejan las preocupaciones y la mentalidad de quienes la produjeron. Trataron de eliminar los rasgos demasiado antropomórficos del texto hebreo, de restituir una imagen más ‘espiritual’ de Dios, y de hacerlo un Dios de todo el Universo, y no sólo del ‘pueblo elegido’. Reemplazaron conceptos o expresiones demasiado específicamente ‘semíticas’, con otros más generalmente conocidos tomados de la filosofía griega. Por tal motivo, la Septuaginta presentó el Judaísmo a los ‘gentiles’ y paganos de una forma que les resultaba más fácil de comprender. Pues bien, desde dentro de este vasto movimiento cultural, y como el representante más culto y distinguido del ‘judaísmo alejandrino’ (del que era practicante y creyente ‘con fe sincera’) surgió Filón (10 a.C. /48 d.C.). No sólo eso, sino que –aprovechando ciertos parecidos entre el idioma hebreo y el griego, que posibilitan mantener ciertas sutilezas cabalísticas ocultas tras el aspecto literal- y consciente de la importancia hermenéutica de las alegorías, metáforas y símbolos bíblicos, Filón nos dejó una obra muy valiosa, que ha sido en gran medida, conservada hasta nuestros días. A diferencia de muchos otros, Filón distinguía claramente entre el ‘espíritu’ y la ‘letra’ de la
Escritura –la segunda vivificada por el primero-, a los que comparaba con el alma y el cuerpo, diferentes pero solidarios. ‘La exégesis alegórica de Filón no se aplica solamente a las prescripciones de la Ley: engloba también las partes narrativas de la Biblia. La realidad de los personajes que en ella figuran no está en discusión, así como no lo está la obligación de observar los mandamientos. Pero, al par que figuras de la historia, son símbolos de cualidades morales o de verdades metafísicas. Adán es el alma que sucumbe a la tentación, representada por Eva; de su caída nace el orgullo –Caín
, y el bien –Abel se encuentra por ese hecho eliminado de la vida del alma; ésta puede, no obstante, elevarse de nuevo por el arrepentimiento –Enoc, la justicia –Noé, hasta la virtud, de la cual los grandes patriarcas representan cada uno un aspecto, y a la santidad total, figurada por Moisés.
El Dios del ‘espíritu’ de la Biblia es para él el mismo Ser Absoluto del que hablan los filósofos, sobre todo Platón, a quien califica de ‘grande’ y de ‘santísimo’.
“Entre Dios y el mundo sensible, Filón inserta toda una serie intermedia rigurosamente jerarquizada. Son los Lógoi, más o menos identificados con las Ideas platónicas como Arquetipos inteligibles de la creación, y a veces con los Ángeles, mensajeros o mandatarios de Dios. Por encima de los Lógoi, llamados también “Potencias” (dynámeis), se destaca el grupo de las cinco Potencias Mayores, también jerarquizadas (en orden ascendente):
1.     La Potencia que prohíbe lo que está mal
2.     El Mandamiento que prescribe lo que está bien
3.     La Misericordia
4.     La Potencia Regia
5.     La Potencia Creadora
Son como representantes de Dios en sus relaciones con la humanidad y el mundo. Ellas son las que obran, por cuenta de Dios, en la historia bíblica, y se manifiestan en las teofanías relatadas por el texto sagrado.
En la cúspide de esa pirámide de los seres se sitúa el Logos. Es, sin duda, el más encumbrado, el más cercano a Dios, de todos los Lógoi individuales. Pero es también una suerte de Ser Colectivo que los engloba a todos y del que todos han emanado individualmente. Asimismo engloba a todos los seres, pues es propiamente el principio y el órgano de la creación y de la conservación del universo, enteramente salido de él. Filón lo llama el Primogénito de Dios, el más antiguo de los Ángeles, imagen de Dios. Hasta lo designa como Dios  (Θεόζ) pero sin el artículo que califica al Ser Perfecto (ό Θεόζ). Partícipe de la naturaleza divina, pero sin embargo inferior a Dios, ‘ha recibido el don insigne de mantenerse en la frontera para separar la creación del Creador. Intercede sin cesar ante el Incorruptible por la naturaleza mortal y frágil, y es enviado por el Señor al servidor. No es inengendrado como Dios, ni engendrado como nosotros, sino intermedio entre los extremos, en comunicación con uno y otro’ [Heres, 205-206]. Entre él y el elemento espiritual del alma humana hay un lazo de consustancialidad. Instrumento de la creación, también a través de él se opera el retorno del alma hacia Dios: ‘Si todavía no somos capaces de ser considerados como hijos de Dios, al menos podemos serlo de su imagen sin forma, el Santísimo Logos’ [De conf. ling., 147].” [Las sectas judías en el tiempo de Jesús, Marcel Simon, EUDEBA (Editorial Universitaria de Buenos Aires), 1962, Cuaderno 68, págs. 44-45]

Las profundas relaciones con “La Doctrina Secreta” de Helena P. Blavatsky,
también muy platónica, y su concepto del Absoluto,  el Logos ‘colectivo’, y los Logoi o las Jerarquías Creadoras son muy evidentes. Como se comprenderá, no podemos resumir toda esta metafísica aquí (pero remitimos a los interesados a leer el ‘Proemio’, y sobre todo el ‘Resumen’ del Volumen I de la citada obra, para tener una presentación lo más sintética y clara posible). Sólo hemos de acotar, respecto de la cinco ‘Potencias Mayores’ de Filón, que ella habla de ‘Doce Jerarquías Creadoras’, de las cuales hay cuatro completamente ‘liberadas’, correspondientes a los Signos Zodiacales de Géminis, Tauro, Aries y Piscis, en orden ascendente, y una quinta –la del signo de Cáncer– [H. P. Blavatsky Collected Writings, Vol. XII, 643; Para la relación de las Jerarquías con los signos zodiacales, ver Astrología Esotérica, y Tratado sobre Fuego Cósmico, Alice Bailey] que permanece como Sacro-Oficio intermediando para las otras siete –desde Leo hasta Acuario- que aún se hallan sujetas a las Leyes Kármicas de la Manifestación. De éstas últimas, la primera es llamada ‘El Primogénito’, a la que se le asocia el Número 1065, los mismos números que tienen las letras del Tetragrama judío y el Brahma-Prajapati varón y hembra de la India [La Doctrina Secreta, H. P. Blavatsky, Volumen I, Comentarios a la Estancia IV, Sloka 3]