sábado, 16 de mayo de 2015

La Sicronicidad (Parte 2): El misterio del “entrelazamiento cuántico”





 Principio de Conexión Acausal
Parte 2

Dr. Adolfo R. Ordóñez
Introducción

Toda persona medianamente culta conoce cuán extraño y poco intuitivo (para el “sentido común”) es el comportamiento de la Naturaleza que describe la Física Cuántica. Recientemente este tema ha tenido gran difusión entre el público mundial con el filme -y luego el libro- “¿Y tú qué rayos sabes?”, referido a este tema.
Lo que es menos conocido es el asunto del “entrelazamiento cuántico” (quantum entanglement). La descripción mecano-cuántica de un sistema compuesto por muchas partículas –digamos de n partículas-, requiere de una formulación holística, no reducible a un análisis de sus “partes”.
Traduciendo lo anterior al tema que estamos tratando, se trataría de una posible explicación física de los eventos sincronísticos descriptos –pero no “explicados”- por Jung. En el Cosmos todo está entrelazado –y por ende “sincronizado” -con todo lo demás…

La Sincronicidad se debería a la existencia de correlaciones no locales “a la Einstein-Podolsky-Rosen” (en adelante EPR) entre los astros y la Naturaleza toda, los átomos y los seres vivientes.
Para decirlo en términos simples, la Mecánica Cuántica predice que:   Si dos partículas –cualesquiera, pero que por simplicidad supondremos “gemelas”-interactuaron y luego se separan –por mucho que sea-, pueden aún seguir “entrelazadas” y “compartiendo” algo que se llama su “estado” o “función de onda”, algo así como un “paquete” matemático, el cual contiene toda la información relevante que guía al sistema.
Y precisamente ese hecho, hace que ambas, queden correlacionadas, o “sincronizadas” utilizando terminología junguiana.
Estados cuánticos entrelazados y estados cuánticos no entrelazados 
Por las leyes y propiedades cuánticas, cualquier medición modifica a la función de onda Ψ t (se lee ‘Psi sub t’) del sistema“total” formado por las dos partículas entrelazadas. Ello implica que si alguien mide u “observa” un valor –digamos “s”- de una propiedad de una de ellas –por ejemplo el espín [1], según una dirección seleccionada para esa partícula- afecta al “estado” común del par, y por ende, la otra partícula instantáneamente queda forzada a adoptar el valor opuesto “-s”, justamente en la dirección elegida arbitrariamente para su compañera ¿No es esto asombroso?
 (Aclaremos para quienes no vienen del ámbito fìsicomatemático que "espín"
deriva de la palabra inglesa "spin", que proviene del verbo "to spin", o sea "girar", "rotar"; pues las partículas rotan además de desplazarse, como minúsculos "derviches" magnetizados. Hay partículas que cuando giran 180º, se las puede observar igual que si no hubieran rotado -como sucede con las Reinas del poker al girar en su plano alrededor de su centro-, y hay partículas que deben girar 360º para volver a quedar 'iguales' -como sucede con los humanos al girar alrededor de su columna vertebral-, pues si giramos sólo 180º nos verán de espaldas y no de frente. Y existen casos de "giros magnéticos" más complejos aún, hay partículas cuyo "giro" o espín se describe como siendo de 0, 1/2, 1, 3/2, 2,...) 
Volviendo al par de partículas entrelazadas, lo que ocurre, para decirlo en términos menos técnicos, es similar a los casos registrados de siameses (o bien, de hermanos gemelos) separados al nacer y que “comparten” sus placeres y dolores, de tal modo que aún si estuvieran en ciudades diferentes y uno de ellos fuera herido por algo en su espalda, el hermano que está en la otra localidad también sentiría el dolor en su propia espalda.
Supongamos un sistema cuántico “compuesto” –digámoslo así, por ahora- de n partículas. Entonces, pueden ocurrir dos cosas:
  1. que la función de onda sea una sola función de todas las 3n variables, a saber, las 3n posibles posiciones según los tres ejes x, y, z de las n partículas de 1, 2, 3, 4, hasta n. En este caso, se dice que la única  para el sistema considerado como un todo, es un estado cuántico “entrelazado”
  2. O bien, que haya n funciones de onda de 3 variables cada una, “separadas” y multiplicadas entre sí: En este caso no hay entrelazamiento cuántico, y se dice que se trata de n estados factorizados (o multiplicados), separados (o independientes entre sí), o desentrelazados
Lo que me interesa remarcar es que puede demostrarse que (en un sentido matemático muy preciso) “hay muchos más” estados entrelazados que factorizados. Ello implica que hay mucha más información debida a los entrelazamientos de los sistemas “holísticos”, que la que se obtiene de sistemas de partes independientes entre sí.

Más aún, si comenzamos con un sistema desentrelazado, –salvo excepciones- su evolución temporal prescripta, según la cuántica, por la ecuación de Schrödinger, lo sumergirá en un “mar de entrelazamientos” cada vez mayores. Incluso tendríamos que admitir que, habiendo comenzado el Universo en un Big-Bang a partir de un mismo “Punto”… ¡Ya debería estar todo entrelazado!

¿La Física Cuántica es válida sólo en el mundo microscópico?

Hasta hace poco se creía que sí. Hoy hay razones que nos hacen suponer lo contrario.

La importantísima pregunta que se plantea Penrose en su libro “El camino a la realidad” Cap. 23: ¿Qué significación tiene toda esa gigantesca masa de información, que “no pareciera” estar presente en el mundo que nos es observable, y donde siempre hemos creído que reina la “Física Clásica” –y no la cuántica-?

Esto es una mera “creencia” sin una verdadera justificación, así como la “suposición” de  que la Física Cuántica reina casi exclusivamente en el mundo microscópico, ya que -se supone- que en el mundo macroscópico se produce una “decoherencia” que deshace toda posible acción ondulatoria de importancia, y por ende alejando de nuestra percepción los efectos típicos de la Cuántica, y dejando sólo los de la Física Clásica. Por supuesto, nunca se pudo dejar de considerar algunas notables “excepciones” como los fenómenos que exhiben una manifiesta “coherencia”, tales como los de superfluidez a muy bajas temperaturas, de superconducción, del rayo láser, etc. Sin embargo, el formalismo matemático de David Bohm –que matemáticamente es equivalente al de las otras interpretaciones de la cuántica- tiene la ventaja de hacer transparente la falsedad de esas viejas suposiciones, tal como ha demostrado el físico británico Peter Holland, de la Universidad de Bristol, en su libro de texto [2]. Por otra parte, hoy se han acumulado muchos experimentos que demuestran la presencia del accionar cuántico a nuestras temperaturas y en escalas macroscópicas, y no meramente microscópicas.

Física Cuántica, sincronicidad y ‘no separabilidad adentro/afuera’

De hecho, lo anterior, justifica nuestra convicción, de que:
El gran exceso de información de los “entrelazamientos cuánticos” –mencionado por Roger Penrose- que “no parece evidente en nuestra experiencia cotidiana”, es justamente lo que posibilita la base de una explicación físico-matemática de los fenómenos de la Sincronicidad (vistos y descritos por la mirada atenta y desprejuiciada de Carl Jung),  y de la No Separabilidad “adentro-afuera”, entre nosotros y el cosmos, (lo cual puede conferir una “entrada científica” a la Astrología). Porque no solamente somos “polvo de estrellas”, como decía Carl Sagan, sino que somos “polvo cuántico entrelazado” de –y con las- estrellas.
Como los efectos de la “no localidad” cuántica -como el de las dos partículas entrelazadas- pueden
parecer inentendibles y casi “mágicos”, Bohm ideó una forma de acercarlos más a la “lógica” de la realidad a la cual estamos acostumbrados. Daremos un ejemplo que describe muy gráficamente lo que ocurre  [3].
Imaginemos que hay un “único” pez “tridimensional” (ya veremos para qué hacemos esta obvia aclaración) nadando en una pecera, el cual está siendo filmado por dos cámaras  y , ubicadas paralelamente al piso y formando un ángulo de 180° entre sí. Además, supongamos que ambas filmaciones están siendo transmitidas a dos pantallas de televisión “bidimensionales” situadas una al lado de la otra, pero en un salón donde no es visible la pecera. Claramente, quienquiera que observe ambas imágenes, primero pensará que se trata de peces distintos. Así, como las cámaras enfocan al pez desde diferentes ángulos, si una de ellas muestra al pez de frente; la otra pantalla lo dejará ver de cola, y recíprocamente. Pero al cabo de observar las dos imágenes durante un rato, el observador se dará cuenta que amabas proyecciones están fuertemente correlacionadas. En efecto, a cualquier ángulo de observación que filme al pez una de las cámaras, le corresponderá el ángulo opuesto en la otra ¿Por qué razón?

Pues se trata de dos vistas “bidimensionales” distintas de un único y mismo pez “tridimensional” (En la figura de más arriba, se ha tomado un ángulo de 90º -en vez de 180º- entre ambas cámaras; y en la de la izquierda, hemos reemplazado al pez por un cilindro, al ángulo de 180° por uno de 90°, y mostramos las dos proyecciones planas del cilindro: un cuadrado y un círculo, pero la idea es la misma; si imaginan mover al pez de arriba o al cilindro de la izquierda, variarán sus proyecciones bidimensionales "separadamente", pero ambas estarán claramente correlacionadas por ser proyecciones de un único ente de más dimensiones, en este caso tres).
Análogamente al ejemplo del “pez”, nuestras dos partículas cuánticamente entrelazadas constituyen una única entidad multidimensional ψ “psi” –una función de ondas- en un espacio de seis dimensiones, que Bohm nos propone considerar tan “real” como un pez tridimensional. Y cada observación de una de las dos partículas ya “separadas”, digamos la partícula “1” (o la “2”) muestra una proyección de “la” función de ondas sobre las tres dimensiones del espacio ordinario calculada en el punto donde se halla ubicada “1” (o “2”, respectivamente). Ambas proyecciones “separadas”, -que es todo lo que “vemos” del único e “inseparable” pez- están correlacionadas, del mismo modo que en el ejemplo antes señalado: pues una muestra la proyección “de frente” del pez (el valor “s”), y la otra la proyección “de cola” (el valor “-s”) del mismo pez.

Dr. Adolfo R. Ordóñez



[1] El espín de una partícula es una propiedad cuántica que hace que tenga un “momento magnético”, como si la partícula tuviera un “imán subatómico”, pero con unos valores de “imantación” que están “dosificados” en múltiplos enteros de una mínima cantidad, y no pueden, por ende, variar con continuidad por todos los valores intermedios. Acá son sólo dos: “s” y “-s” en cada dirección. Ver también más adelante, cuando mencionemos a Wolfgang Pauli
[2] “The Quantum Theory of Motion, an account of the Broglie-Bohm causal interpretation of quantum mechanics”, Cambridge University Press.
[3] Ver por ejemplo: John Briggs y David Peat “A través del maravilloso espejo del universo” (La nueva revolución en la física, matemática, química, biología y neurofisiología que conduce a la naciente ciencia de la totalidad); Gedisa editorial, Barcelona 1989, págs. 132-136.


1 comentario:

  1. En el actual artículo Adolfo establece correlaciones entre la Física Cuántica y el Principio de la Sincronicidad

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