miércoles, 30 de marzo de 2016

Reflexiones epistemológicas sobre la Astrología - 1° Entrega


¿Es la Astrología una "pseudociencia"?


"El auténtico arte de la rebelión contra esta cultura moribunda, por lo tanto, no puede ser ninguna clase de objetivismo sino un arte integralista que permita describir la totalidad sujeto-objeto, la proyección e inextricable relación entre el yo y el mundo, entre la conciencia y el universo de las cosas y los hombres"

Ernesto Sábato


Introducción


Es bien sabido que -al menos en los ambientes académicos de nuestras universidades- la Astrología es descalificada como Ciencia (del latín scientia, conocimiento) y rebajada a la categoría de pseudociencia, (neologismo obtenido agregando la raíz griega pseudo). Es decir, se trataría de un falso conocimiento, o sea de una falsa ciencia.
Una pseudociencia sería entonces un conjunto de supuestos conocimientos, metodologías, prácticas o creencias no científicas pero que reclaman tener dicho carácter (de ciencia)
Se le asigna mayor importancia al concepto de pseudociencia, en las llamadas Ciencias duras; o sea, en las Ciencias Exactas y Naturales, donde la índole misma de los asuntos tratados y la idiosincrasia de quienes se dedican a su estudio y práctica, posibilita o facilita que lleguen a un mayor consenso.

Dado que soy Doctor en Matemática, he sido docente de Ciencias Exactas durante cuarenta años, e investigador en el área Físico-Matemática; y actualmente soy Profesor Titular Ordinario de la Universidad Nacional de Rosario y además, he formado parte de una de las Cátedras de "Introducción al Conocimiento Científico" del Ciclo Básico Común (CBC) de la Universidad de Buenos Aires, y suelo dictar cursos de grado y posgrado de Desarrollo Histórico-Epistemológico de la Matemática para Profesores, ustedes comprenderán la necesidad que siento de justificar mi participación en un blog como éste, donde abunda el tema astrológico.

Aclaro que jamás he sido ni me considero un astrólogo, ni he trabajado haciendo horóscopos. Sin embargo, siempre he sentido un respeto visceral por esta disciplina, la cual llamó poderosamente mi atención, por lo que durante varios años asistí a clases, y a cursos anuales, y he leído un selecto material sobre el tema. Además, he podido comprobar por mí mismo la asombrosa validez de las profundas y significativas inferencias resultantes de una Carta Natal, de las Revoluciones Solares, de los Estudios sobre los Tránsitos, etc.; y he sido testigo -tanto en mí mismo como en otras personas- de los efectos benéficos que producen cuando los realiza una persona idónea.

Por tal motivo, me siento por un lado en una posición independiente e imparcial, y por el otro, mínimamente calificado en los tres ámbitos involucrados (Ciencias, Epistemología y Astrología) como para animarme a hacer estas reflexiones desde mi experiencia y comprensión personal. Y no tengo reparos en decir que siento vergüenza ajena cuando veo a gente supuestamente culta, juzgar demasiado ligeramente y sin el más básico conocimiento y experiencia, a esta antiquísima y verdaderamente notable disciplina.

¿Pseudociencias o pseudoeducación?


Quisiera sin embargo, puntualizar que este asunto -la delimitación de lo que constituye una Ciencia y sus diferencias con una pesudociencia- no me resulta hoy en día tan importante en relación a otros asuntos que siento mucho más esenciales. 
En primer lugar, porque a esa diferenciación, la veo muy relativa y cuestionable -sobre todo, en el caso de la Astrología-. Está condicionada por las características psicológicas del delimitador, fuertemente influenciado por sus supuestos paradigmáticos tácitos (es decir, está demasiado afectada por las concepciones filosóficas generales, en especial las gnoseológicas, del delimitador), e incluso por prejuicios colectivos y personales muy arraigados. 
Y en segundo término, porque después de todo, enfrentamos una Crisis mundial de proporciones inimaginables, donde ya casi todo es falso, deliberadamente mentiroso por causa de los intereses que están en juego, trucho o chanta y cambalachesco. En semejante contexto, me parecen casi ridículas e inútiles las pretensiones de aquellos que intentan oficiar hoy de autoasumidos guardianes del método científico. ¡Es como querer pintar el exterior de la casa en medio de una destructiva combinación de bombardeo, tornado de categoría cinco, y tsunami! Una perfect storm, verdaderamente.

No obstante, dada la peculiaridad de mi posición, me he tenido que enfrentar en distintas ocasiones tanto con "astrólogos chantas", como con los irónicos cuestionamientos (en muchos aspectos justificados) dirigidos sobre ellos por parte de mis colegas universitarios; así como también he podido conocer a varios astrólogos idóneos, y he sido testigo de las opiniones más disparatadas de mis pares -tanto por lo infundadas, como por el desconocimiento del tema que evidenciaban-. Por tal motivo, es mi intención compartir con ustedes algunas de mis reflexiones en esta dirección, con la esperanza de posibilitar una tercera posición dentro de esta dialéctica.

Sin embargo, antes de comenzar las reflexiones sobre Ciencia y pseudociencia, enfatizo que -en este momento- siento más esencial y preocupante el problema de la pseudoeducación, que actualmente está apagando la chispa del asombro y de la indagación en nuestras generaciones más jóvenes y del cual se habla mucho menos. En efecto, entre otros terribles daños globales que tenemos que presenciar, a mi juicio, éste es uno de los más alarmantes.

Nuestros niños y jóvenes están siendo pseudo-educados de modo tal que llegan a la adultez sin tener la más mínima comprensión de quiénes son en realidad, y completamente desconectados de sí mismos -lo que equivale a privarlos de su alma-. Se los deforma o adapta para que dependan de las creencias u opiniones de otros, en vez de aprender a discernir por sí mismos; para que les importe más cómo los ven los demás, que lo que realmente "son": se los induce a creer que les va a ir mejor si saben fingir para ser notados, llamando la atención como sea. Tampoco se los alienta a que tengan el coraje de pensar por sí mismos, independientemente de lo que se considera en el mundo en que viven. Se los encamina para que lleguen a convertirse en dominadores esclavistas o esclavos sumisos; para que vivan interesados en vanas apariencias; o se llenen del pesado lastre de múltiples cosas externas y transitorias. Se los condiciona para que estén siempre ocupados con asuntos de importancia muy secundaria y relativa, en vez de dedicar espacio y tiempo a todo aquello que da sentido al vivir.

Por otro lado, considero que en la actualidad hay muchísimas actitudes pseudocientíficas en la misma Ciencia. Lo que hoy se denomina Ciencia está llena hasta el hartazgo de opiniones-creencias temerariamente especulativas que se hacen pasar por episteme, por conocimiento científico, y que superan con creces a la ciencia-ficción más disparatada. Como en la actividad científica actual todo se rige por el publicar o morir, esta situación se vuelve cada vez más complicada.

Este estado de cosas, paradójicamente, convive con los viejos prejuicios y la estrechez conceptual de lo que es considerado por la clásica metodología científica como fenoménico y empírico -y que excluye toda la fenomenología del pensamiento, de lo mitológico, de lo psicológico y parapsicológico-, imposibilitando la investigación seria de las profundidades de nuestro psiquismo, así como impidiéndonos realizar insights muy necesarios y transformadores acerca de nuestra esencia y de los límites de nuestro propio pensar. Coincido con quienes afirman la convivencia en la actualidad de múltiples epistemologías surgidas de muy diferentes encuadres culturales. Naturalmente, ello repercute en muy diferentes posturas en cuanto a lo que puede considerarse científico. A su vez, ello obstaculiza dar con las mejores y más apropiadas soluciones de nuestros apremiantes y polifacéticos problemas mundiales.

Es decir, en el saber actual se hace un excesivo énfasis en la información, la clasificación y categorización de todo lo asible y cuantificable, en desmedro de la comprensión de aquello que es por su misma esencia cualitativo e inasible. Aunque en este punto queda patentizada una diferencia muy importante entre las Ciencias duras y las Ciencias blandas -a favor de estas últimas-.

¿Y que hay del resto de la Cultura?


¿No será que, de cara a la profunda y omniabarcante crisis actual, ha llegado ya la hora de ir más allá del viejo modelo del mero cultivo del saber científico que resulta demasiado fragmentario y estrechamente concebido como para posibilitar que la humanidad logre comprender sus problemas y hallar adecuadas respuestas y salidas frente a las urgentes encrucijadas en que se halla atrapada?

Me parece que hoy nos hace falta un replanteo más amplio que involucre a todo aquello que denominamos Cultura: ¿estamos cultivando a nuestros niños y jóvenes, o los estamos intoxicando como hacemos con el medio ambiente? Frente a los excesos de la especialización ¿No es prioritario reflexionar sobre la necesidad de un ecológico Saber Integral? ¿No sería tiempo de encarar más fluidamente el casi interrumpido diálogo entre Ciencia, Filosofía y Religiónpero esta vez de un modo más sintético que antitético, y tomando en cuenta los últimos avances en cada disciplina?

Sería bueno, entonces, a modo de sondeo de nuestros paradigmas sociales, considerar no sólo la posición de algunos hombres dedicados a la actividad científica, sino también testear y consultar la opinión que tienen respecto de la Astrología grandes artistas y hombres de la Cultura. Son relativamente pocos los que la niegan categóricamente, o la ven como una locura. Citaremos aquí sólo a tres de aquéllos -muy conocidos y apreciados en nuestro país-, que además son reconocidos internacionalmente, y de los que siempre nos enorgulleceremos.


Ernesto Sábato siempre se mostró cauteloso pero con mente abierta respecto de la arcaica y universalmente practicada Astrología. Decía que la astrología no podía ser una mera superstición, cuando tantas mentes notables en la historia se dedicaron a ella. Recordemos que, además de ser una bella persona y un notable escritor, él fue Licenciado en Física. Por otro lado, sus reiteradas citas y las menciones que ha hecho de Jung (véanse, por ejemplo en Obras Ensayo, Editorial Losada, Buenos Aires 1970), además de sus respuestas en varios reportajes televisivos, evidencian que lo ha leído y disfrutado.

Julio Cortázar ha declarado explícitamente: "...yo, que creo bastante en la Astrología..." (refiriéndose a la súbita aparición de varios grandes escritores latinoamericanos de su generación) y luego acotó "la casualidad suele hacer las cosas mucho mejor que la causalidad" (hacia el final de una larga entrevista televisiva que le hiciera el español Joaquín Soler Serrano en 1977).

Jorge Luis Borges -que era admirador de la Cabalá y el I Ching- no negaba la posibilidad de las relaciones astrológicas entre la dualidad Cosmos-Hombre, pero sí dudaba de que un simple mortal pudiera acceder a ellas. Y debemos reconocer que no faltan los peudoastrólogos, ni tampoco algunos astrólogos bien formados en lo intelectual, pero psicológicamente omnipotentes que pretenden que la Astrología podría -en principio- predecirlo todo y con exactitud (¡!)... Pero el astrólogo sano e inteligente es capaz de ponerse al día con el avance científico, y aprender sobre las relaciones de incerteza de los sistemas físicos cuánticos, así como sobre la inevitable impredictibilidad de los sistemas clásicos muy complejos o caóticos, en especial, de los seres vivos y dotados de inteligencia racional. También hay notables científicos que hablan omnipotentemente de la posible existencia de una "Teoría (¡Y encima, una exclusivamente física!) de Todo" (TOE)...

Ni qué hablar de esa gran mayoría de gente de todas las condiciones intelectuales y confesionales, que cada vez consultan más a la Astrología. Entre ellos se encuentran hombres de Estado, políticos, grandes economistas, militares, etc. Y que, gracias a la irracional denigración de la Astrología, deben hacerlo con ese sentimiento de culpa, con ese miedo a que se los descubra haciéndolo, ya que les parece estar violando algún tabú social. ¡Vaya hipocresía y ridiculez!


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