domingo, 5 de abril de 2015

Explorando el Simbolismo de la Pascua y Pésaj




Por Adolfo Ramón Ordóñez y Patricia Fernández Acosta




En estos días,  la comunidad cristiana celebra en la Pascua, la Resurrección de Cristo luego de su Crucifixión; y por su lado, la Comunidad judía conmemora en su propia -históricamente anterior-'Pascua', o Pésaj en hebreo, la liberación de la esclavitud en Egipto.

La palabra "Pascua", significa 'Paso', tanto en latín como en hebreo, o más puntualmente, 'Pasar por arriba, saltar o saltear' (Passover).
En el Cristianismo,  su fundador, Jesucristo representa el prototipo [o Arquetipo] “genérico” del ser humano ya espiritualmente maduro, y el relato “evangélico” de su vida ejemplar, sumariza todo lo que un
humano está llamado a atravesar. Especialmente, los Evangelios señalan: 1) su simbólico nacimiento “de una Virgen” en un pesebre, 2) su bautismo en el río Jordán, 3) su transfiguración en el monte Tabor, 4) su crucifixión en el Gólgota, su muerte y posterior 5) resurrección de entre los muertos, así como su final 6) ascensión a los cielos. Todos estos sucesos aluden a esas experiencias “cumbre” por las que todos los “amansados por el Espíritu” hemos de pasar –más tarde o más temprano-.
Pues bien, 'la Pascua de resurrección' significa que la “muerte absoluta” -en el sentido de una “completa aniquilación”- no existe. Del mismo modo que el sol no ha muerto cuando la noche cae sobre nosotros, sino que sólo ha trasladado su luz a otros lugares, análogamente nuestro “Cristo interior” no muere, sino que vibra y brilla en otras dimensiones. Así, esas “dimensiones crísticas” en nosotros nos mantienen ligados a la Verdad, la Luz y la Vida. Pero no nos son dadas de modo pasivo o automático. El ser humano debe ganárselo con su trabajo interno (esto se ve representado en el relato mítico,  en los tres días previos a la Resurrección). Hay que hacer un Salto o Pasaje desde el pasado de nuestra 'persona' (o 'máscara') para religarnos a lo nuevo, a 'la Buena Nueva' que ofrecen aquellas dimensiones del Espíritu.


En el Judaísmo, la mítica salida del pueblo judío, de un estado de esclavitud en Egipto (denominado
en hebreo, 'Mitzraim', que reescrito 'Mi-tzar-im' significa 'Las angustias ¿De quién?'), y su cruce a través de las aguas del Mar Rojo, también es portador de un maravilloso Simbolismo. Pues señala ese momento en lo que Jung llamaba 'el Proceso de Individuación', en que nos sentimos angustiados, (que viene de 'angosto') estrechos, en que somos esclavos del ego, y la oportunidad de trascender la pasión desbocada de las emociones que nos queman como fuego (simbolizadas por las 'ígneas' o 'sangrientas' aguas del 'Mar Rojo'). Es decir, aquí, está representado el plano astral con sus pasiones, polarizaciones, antagonismos, luchas, y enfrentamientos... Y la posibilidad de liberarnos de ese estado de esclavitud.
Y el mito continua con la búsqueda de 'la Tierra Prometida', la cual representa ese estado anímico imperecedero, que está más allá de las divisiones, de los sentimientos de carencia, y está asociado a una plenitud del Alma, a un estado de renacimiento espiritual.

En Astrología, la Pascua cristiana se celebra siempre el primer domingo después de la Luna Llena de Aries, y el Pésaj judío en fecha siempre cercana a este signo, que es el primero de
los doce signos zodiacales. Así que aquí también vemos la existencia de un Paso, o Pasaje, desde un ciclo anterior que ha finalizado (con Piscis), y el 'Salto' a realizar, para iniciar un nuevo ciclo en una nueva vuelta, aunque en otro nivel (con Aries).
Como al finalizar un ciclo, y comenzar otro, este proceso requiere un empuje, un salto; hay en el Simbolismo de la Pascua, tanto en la Cristiana como en la judía, la presencia de la Muerte (y su potencial renacimiento) y de la irreversibilidad (a través de la salida de un estado de mayor estrechez de conciencia, a otro de 'Vida más abundante'): El no poder volver atrás, Passover: Es la necesidad de sintonizar con la nueva Energía anual entrante. Lo cual requiere soltar la modalidad antigua del ciclo que se cierra.
Por lo tanto, en este momento anual, se nos pide revisar dónde estamos estancados, o dónde 'nos aprieta el zapato' en nuestra vida; en qué vínculos, en qué situaciones vitales, y también observar en nosotros mismos, las áreas en las que hemos dejado de madurar, de 'renovar' nuestra vivencia. 
Porque ahí, en esos puntos estereotipados, agotados o empantanados, Aries, que es un signo muy fuerte y potente - ya que pone en funcionamiento toda la Rueda Zodiacal-, nos presionará. 
Aries empujará justo ahí donde estemos estrechos o nos hayamos quedado cortos de 'vuelo' para 'saltar' al nuevo ciclo.
Si no hacemos el salto, la otra posibilidad es que ingresar mecánicamente, de nuevo a la Rueda, y que volvamos a repetir el Paso por la misma, sin energía renovada, y por lo tanto, con deterioro y decrepitud anímica creciente.


El Planeta hoy está atravesando momentos muy críticos, y como Humanidad, formamos entre todas las Naciones, Culturas, y Religiones, las ramas de un Gran Árbol, por eso, es muy importante realizar un profundo trabajo interno de revisión propia aprovechando la ocasión que nos ofrece este punto zodiacal anual, para aportar con nuestro granito de arena al panorama planetario.


Observando al ser humano desde estas dimensiones crísticas, bien podríamos reafirmar nosotros la breve pero contundente expresión del Rey Salmista:
“Yo decía: Ustedes son Elohim (Dios ¿o “dioses”?), Hijos del Altísimo todos vosotros”.  Por si hiciera falta el aporte de San Pablo: -“¿No sabéis que sois un Templo para Dios y que el Espíritu del Altísimo mora en vosotros?” 
Que en esta Festividad, la Divinidad sea con ustedes.
¡Felices Pascuas (la judía y la cristiana)!



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