miércoles, 11 de febrero de 2015

Simbolismo espiritual de las Fases Lunares . Parte 2



Simbolismo espiritual de las Fases Lunares


Patricia Fernández Acosta de Ordóñez
Psicóloga, Ms Psicología Junguiana, Astróloga



Las Fases de la Luna, nos muestran la relación entre el Sol y la Luna observada desde la Tierra. Estos tres factores implicados, representan simbólicamente tres aspectos constitutivos de la naturaleza humana (debido a la analogía fractal de la misma con el sistema solar).

El Sol, que siempre se ve igual e inmutable desde la Tierra, con su permanente esfera cálida y luminosa, simboliza al principio espiritual imperecedero expresándose a través del Alma, o Cuerpo de Luz (Veste de Luz).

La Luna, que mirada desde la Tierra se nos aparece con sus distintas fases cambiantes, naciendo y muriendo  cada mes, simboliza los aspectos transitorios y perecederos de nuestra naturaleza humana, aquello que constantemente está tornando, modificándose en nosotros: Los pensamientos, las emociones, el cuerpo físico en continua renovación. Es decir, la Luna está correlacionada con los tres campos -pensante, emocional y físico- que se forman, cada vez que venimos a la existencia, cada vez que encarnamos o nacemos, y también aquellos que están sujetos a las modificaciones cíclicas que estudiamos en astrología (por ejemplo, en  el ‘Ciclo Sol/Luna').  Considerados como una totalidad funcional, estos tres campos citados, el pensante, el  emocional y el bío-­­físico, cuando se entraman y vinculan constituyendo una organización dinámica, conforman lo que denominamos ‘Personalidad’. Es decir, la Luna - relacionada asimismo con el aspecto sustancia-, simboliza a las Fuerzas de la Personalidad en su conjunto, con sus distintas facetas, cambios, y corporeidad (en neurociencias hablaríamos del eje 'psico-neuro-inmuno-endocrinológico').

La Tierra, constituye el punto de observación desde el cual apreciamos las diferentes fases lunares. Simbólicamente,  representa la mirada de la conciencia encarnada que posibilita la concientización cerebral.­­­­ Esto nos permite darnos cuenta de la interacción entre ambos factores -Sol y Luna-, uno trascendente espiritual, portador del 'propósito- información' del núcleo del ser (simbolizado en el Sol); y el otro, material, encarnado, corpóreo -la Luna- que puede ser moldeado, y guiado y sujeto a la posibilidad de renovación, para servir como expresión del primero ( lo cual no siempre sucede, cuando no se produce un encuentro alquímico y la relación trina es mecánica y no consciente).

De modo que podemos imaginar las fases lunares como un intercambio cíclico, una especie de danza amorosa entre dos partenaires (el Solcon la Luna) que a su vez son observados (por la Tierra). En esta danza, como en cualquier otra, existe un ritmo, y hay pasos con acercamientos y tomas de distancias sugestivas que son significativas, y transmiten una intencionalidad.

También, en este baile, como en otros, cada paso es una fase de la danza, y con su movimiento de acercamientos y alejamientos expresa mensajes, llenos de sentido. Esto es lo que desarrollaremos más abajo.

Pero en principio me gustaría dejar asentado -antes de desarrollar el tema- que al igual que sucede en muchas danzas en las cuales uno de los partenaires oficia de guía y el otro se deja guiar, o expresado de otro modo,  un partenaire es predominantemente activo y el otro lo acompaña receptivamente; aquí, en esta danza sucede lo mismo.


En este caso, el Sol, oficia como el factor espiritual-álmico-vital, emisor y guía. Es él quien emitirá los ‘pulsos’ vitales que cualificarán al ciclo mensual lunar.
La Luna, simbolizará a la Personalidad, la ‘Elena’ de los gnósticos, aquélla que debe ser elevada, salvada y transmutada, gracias a la vitalidad recibida por el Sol.

Me apuro a aclarar, por el momento planetario que atravesamos, que aquí no se trata de machismos o feminismos, ya que ambos factores -yang y ying- están ‘vivitos y coleando’ en cada uno de nosotros. Y en todo caso, se trata más bien de un romance y entrelazamiento amoroso, dinámica que tiene lugar constantemente en todo ser viviente, en este caso, terrestre.

En la India, denominan ‘Pitris Solares’ (‘Padres Solares’) a aquellas entidades no visibles dadoras de Alma, las mismas están astrológicamente representados en el Sol. Y llaman ‘Pitris Lunares’ (‘Padres Lunares’), a aquellas entidades dadoras de cuerpo o sustancia (pensante, sintiente, y corpórea), las cuales están representadas astrológicamente en la Luna.

Cada Fase Lunar, nos mostrará simbólicamente (para todo aquél que lo quiera ver), cómo este pulso de acercamiento y distanciamiento mensual del Sol y la Luna, representa su correspondiente pulso danzante entre el Alma y la Personalidad.

Tengamos bien presente, al igual a como sucede en la danza, que para que ésta tenga lugar y haya baile, hay que tener en claro quién guía y quién acompaña. Es el factor que representa al Alma, en este caso, el que guía (Sol). E idealmente hablando, sería el factor que simboliza a la Personalidad quien permitiría amorosamente ser guiado, en un acto de femenina apertura (Luna). Ésta sería la dinámica saludable: que la voluntad amorosa e inteligente del Alma predomine e influya a la Personalidad encarnada, y no a la inversa. La confusión del rol entre ambos factores (quién guía y quién acompaña), impidela percepción del diálogo amoroso existente entre la guía y la entrega; impide, entonces, la percepción de la propia dialéctica alquímica.


Como el factor guía en esta danza amorosa es el solar, llamaré por ejemplo, “Luna Llena de Acuario”,  a cuando el Sol se encuentra en Acuario (aunque la Luna esté en Leo). Porque esto significa que en este movimiento es el Sol quien ‘emite’ la ‘nota’, y es la Luna quien la recibe, se permea y resuena con ella. Por supuesto, como se trata de una hierogamia, o casamiento sagrado, la Luna aportará con sus matices (en el  caso de la luna llena de Acuario, la recepción lunar tendrá matices leoninos).

La conciencia receptora simbolizada por la Tierra, el tercer factor, recién se convierte en ‘conscientizadora’ cuando puede percibir que todo lo manifestado siempre es vincular y necesariamente trino. No existe manifestación sin relación, complementariedad y diferencia. El tercer factor terrestre implica la posibilidad de concientización de este movimiento vincular y de la mutua necesidad de la presencia de ambos factores y del tercero que si observa y concientiza, puede establecer la circulación dialéctica. Un factor no tiene sentido sin el otro. Ambos se necesitan entre sí para acercar el Cielo a la Tierra y la Tierra al Cielo, metafóricamente hablando, es decir, para ‘que se produzca esta boda’ del Alma con la Personalidad.

Recién entonces, cuando empezamos a ser conscientes de los alcances fundantes de estas diferencias vinculantes, el movimiento se transforma en dialéctico y alquímico. Hasta que esto no sucede, simplemente vemos la cara externa de las modificaciones lunares, serán ‘sólo fases lunares’. Psico espiritualmente hablando, esta mirada no simbólica de las Fases Lunares señala un estadio anímico dilemático y disociado entre sus instancias constitutivas (Alma y Personalidad). Cuando funcionamos de modo disociado y fragmentario, nos perdemos la posibilidad de la percepción alquímica renovadora y enriquecedora de ambos factores danzantes, perdemos la percepción helicoidal, serpenteante del Caduceo.
Y sólo veremos anillos separados que se suceden sin solución de continuidad, uno detrás de otro.


Los invito a danzar ‘helicoidalmente’ conmigo. ¿Me acompañan a meditar sobre el simbolismo de las fases lunares?


Lo veremos en el siguiente artículo:







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