"Padres de la Ciencia" que fueron astrólogos
Dr. Adolfo R. Ordóñez
"El
Tiempo es la imagen móvil de la Eternidad". Platón; (ca 427-348 a.
C., citado por J. L. Borges)
"La
Eternidad [atemporal] pliega [en un Orden Implicado] y despliega [en
un Orden Desplegado] la sucesión [temporal]." Cardenal Nicolás
de Cusa (1401-1464; citado y explicado por David Bohm)
La muy antigua y distinguida historia de la Astrología
Hasta aquí hemos dedicado cinco artículos
a una defensa epistemológica del carácter científico que tiene la Astrología
-obvio, cuando se la ejerce seriamente, como ocurre con cualquier ciencia- y
contraria a la conceptualización "indiscutiblemente"
pseudocientífica que muchos científicos y académicos desean asignarle -para no
tener que enfrentarse a la más resistida de todas las tareas: la de revisar toda
su cosmovisión y sus paradigmas-. Ahora deseamos completar esa tarea llamando
la atención de nuestros lectores acerca de algunos puntos fundamentales pero
que suelen omitirse, por resultar "inconvenientes". A
saber:
1) La Astrología es tan antigua
como las primeras civilizaciones y culturas conocidas, todas las cuales
-a lo largo y ancho del planeta- la practicaron en una u otra forma, incorporándola
entre sus Mitos fundantes más sagrados (remitimos aquí a la noción de mitos que
desarrollamos en nuestro blog nexocielotierra). Su presencia en la Biblia, por
poner un ejemplo que nos resulte más familiar que la mención explícita
de los 12 signos astrológicos del Séfer Ietziráh (en
hebreo significa: Libro de la Formación) cabalístico, es indudable. Desde luego, antiguo no es un sinónimo de verdadero. Pero
sugiere la presencia y actuación de poderosos arquetipos colectivos (1).
2) Hemos citado algunos
-unos pocos seleccionados entre muchísimos posibles- representantes de la
cultura, del arte y de las religiones que 'admitieron' la existencia de un
auténtico 'saber' astrológico. Veremos ahora que entre los
"Padres de la Ciencia" ha habido muchos que ejercieron la Astrología, como por ejemplo,
Claudio Ptolomeo, Girolamo Cardano, Nicolás Copérnico, Johannes Kepler, y hasta
Sir Isaac Newton. Comencemos con el astrónomo-astrólogo alejandrino:
a) El matemático y
astrónomo greco-egipcio Claudio Ptolomeo de Alejandría (87-150 d. C.), que refinó al tradicional
sistema geocéntrico de Aristóteles de
Estagira (382-322 a. C., cinco siglos anterior a
Ptolomeo). Aristóteles ubicaba a la Tierra -a la que concebía esférica- en
el centro común de una serie de esferas de cristal concéntricas giratorias,
donde se hallaban las estrellas fijas y los planetas -que entonces incluían al
Sol y la Luna-. Noten que ya en el siglo IV a. C. Aristóteles no
pensaba en una Tierra plana, y daba las clásicas justificaciones del
contorno circular de la sombra de la Tierra sobre la Luna, y la gradual
desaparición aparente de los barcos desde la quilla hasta el mástil -que se suele
atribuir a Cristóbal Colón, diecinueve siglos posterior-. En este sistema
aristotélico, el Universo estaba movido por lo que el estagirita llamaba 'el
Motor Inmóvil', aclarando que para él 'movimiento' era un concepto mucho más
amplio que el mero cambio de posiciones espaciales con el tiempo, ya que
incluía todo cambio, desde el enrojecimiento de un rostro que
se ruboriza hasta el pasaje de la Potencia al Acto. Justamente, éste último
aspecto hizo que 'el Motor Inmóvil' fuera identificado con Dios, concebido
por los teólogos medievales como que utilizaba Mensajeros: Sus
legiones de Ángeles y de Arcángeles. Por ende, a estos teólogos, el sistema
aristotélico les resultaba muy convincente, ordenador y conveniente, y eso hizo
que se siguiera usando como modelo filosófico hasta el
Renacimiento (a pesar de que, como modelo astronómico, era muy defectuoso y
sólo aproximado).
Ahora bien, cuando se necesitaban cálculos astronómicos más finos, ya sea
con
objetivos de efemérides eclesiásticas -como la determinación de la Pascua cristiana- o astrológicos, se utilizaba el sistema de Ptolomeo, pues éste era más apto que el aristotélico para ubicar con precisión a los astros. Ptolomeo propuso un sistema geostático -es decir, con una Tierra quieta, pero no en el centro del universo- y fue tan efectivo, que duró hasta Copérnico, en el siglo XVI. El "Almagesto" ("El más grande"), y el "Tetrabiblos", los dos principales libros de Ptolomeo, tuvieron una gran influencia mundial durante catorce siglos (2). En ellos aparece la ingeniosa hipótesis de los epiciclos -para justificar el movimiento aparente de los planetas al ser vistos desde la Tierra-. A veces se objeta que el horóscopo (que literalmente significa visión de los límites) se basa en el caduco modelo geocéntrico.
objetivos de efemérides eclesiásticas -como la determinación de la Pascua cristiana- o astrológicos, se utilizaba el sistema de Ptolomeo, pues éste era más apto que el aristotélico para ubicar con precisión a los astros. Ptolomeo propuso un sistema geostático -es decir, con una Tierra quieta, pero no en el centro del universo- y fue tan efectivo, que duró hasta Copérnico, en el siglo XVI. El "Almagesto" ("El más grande"), y el "Tetrabiblos", los dos principales libros de Ptolomeo, tuvieron una gran influencia mundial durante catorce siglos (2). En ellos aparece la ingeniosa hipótesis de los epiciclos -para justificar el movimiento aparente de los planetas al ser vistos desde la Tierra-. A veces se objeta que el horóscopo (que literalmente significa visión de los límites) se basa en el caduco modelo geocéntrico.
Pero no se tiene en cuenta el básico y aún
vigente Principio de Relatividad de Einstein, según el cual, cualquier sistema de
coordenadas sirve para describir las leyes naturales.
A ello se debe añadir el hecho obvio de que, como vivimos sobre la Tierra,
es entendible referir la situación astral del nacimiento de una persona a un
sistema de referencia geocéntrico, es decir en reposo respecto de la Tierra.
En síntesis: la concepción
aristotélica fue utilizada hasta el Renacimiento como un modelo filosófico; pero para los cálculos
astronómico-astrológicos (y aún de efemérides religiosas rituales) se aplicaba
el modelo
astronómico ptolemaico.
b) Nicolás Copérnico (1473-1543) clérigo y
astrónomo polaco, fue el encargado de la ciclópea e importantísima tarea de
reflotar de entre las abismales oscuridades científicas del milenio
medieval, el antiguo sistema heliocéntrico del matemático y astrónomo
griego Aristarco de Samos (cerca del 260 a. C.). Entre
los más destacados aportes de Aristarco encontramos los siguientes: sabía que
el Sol era de tamaño mayor que la Tierra, que ésta orbita alrededor del Sol y
gira sobre su eje, que no es perpendicular al plano de su órbita -lo que hoy
nos permite explicar las cuatro estaciones del año y la precesión de los
equinoccios-; estableció un método correcto para calcular las distancias de la
Tierra al Sol y a la Luna, usando el hecho curioso de la igualdad de los
tamaños aparentes de ambas luminarias mayores. Para completar el panorama, y
mostrar lo que había logrado avanzar la Ciencia griega, antes de que su saber
cayera en el olvido, por esa misma época, Eratóstenes de Cirene, que vivió
cerca de 320-250 a. C., calculó con gran precisión el perímetro de la
circunferencia terrestre.
Aunque este humilde sacerdote polaco no
pudo saberlo, fue el responsable de una de las Revoluciones Científicas más
grandes e importantes de la Historia: lo que hoy se dice la Revolución
Copernicana.
Copérnico, mil ochocientos
años después de Aristarco, en una obra de 1513, -que hizo
circular sólo entre unos pocos amigos- manifestaba ya su disconformidad con el sistema aristotélico-ptolemaico, y declaraba -al igual que Aristarco-: "Giramos alrededor del Sol... como todos los demás planetas". Esta obra se llama: "Sobre las teorías de los objetos celestes a partir de sus disposiciones. Sin embargo, consciente del desagrado que seguramente provocaría en el Vaticano, en su obra cúlmine: "Sobre las revoluciones de los orbes celestes", publicada el mismo año de su muerte, no es tan explícito, y propone considerar la hipótesis heliostática no como si fuera una verdadera realidad, sino como un método más simple de cálculo astronómico (aunque era defectuoso, pues consideraba órbitas planetarias circulares). En ella dice:
circular sólo entre unos pocos amigos- manifestaba ya su disconformidad con el sistema aristotélico-ptolemaico, y declaraba -al igual que Aristarco-: "Giramos alrededor del Sol... como todos los demás planetas". Esta obra se llama: "Sobre las teorías de los objetos celestes a partir de sus disposiciones. Sin embargo, consciente del desagrado que seguramente provocaría en el Vaticano, en su obra cúlmine: "Sobre las revoluciones de los orbes celestes", publicada el mismo año de su muerte, no es tan explícito, y propone considerar la hipótesis heliostática no como si fuera una verdadera realidad, sino como un método más simple de cálculo astronómico (aunque era defectuoso, pues consideraba órbitas planetarias circulares). En ella dice:
"De ahí que, si la dignidad de las
artes se estima por la materia que tratan, será sin duda importantísima, ésta
que unos llaman astronomía, otros astrología, y muchos entre los antiguos la
consumación de las matemáticas. Aritmética, geometría, óptica, geodesia,
mecánica, y si hay alguna otra más, todas se dirigen a ella. Y,
siendo propio de todas las buenas artes el apartar de los vicios y dirigir la
mente de los hombres hacia lo mejor, ella puede proporcionar esto más
abundantemente y con increíble placer del espíritu". Nicolás Copérnico ("Sobre
las revoluciones de los orbes celestes", Libro Primero)
c) El renacentista italiano Girolamo (Jerónimo) Cardano (1501-1576), apodado
"el sabio jugador", que llegó a ser un respetado Profesor en las
Universidades de Bolonia y de Milán, fue astrólogo, además de muy
buen médico y matemático. Autor de la influyente obra de Matemática Ars
Magna, donde se publicaron por primera vez las resolventes de las
ecuaciones algebraicas de grados tres y cuatro (la resolvente de la ecuación
general de segundo grado la aprendemos hoy en las escuelas de enseñanza media).
Aunque se sabe -por Cardano mismo- que él no fue el primero en hacer el
descubrimiento de dichas resolventes, sí le cabe el mérito de publicar los
resultados. Con anterioridad a él, había un procedimiento muy competitivo, con
exhibiciones públicas de habilidad calculística, donde cada contrincante debía
resolver las ecuaciones que le planteaba su adversario, y ello decidía -para el
ganador- el eventual mecenazgo de la nobleza. Por tal motivo, dicho libro marca
una ruptura con ese nefasto espectáculo que tanto conspiró contra el desarrollo
matemático (ya que hacía que a cada descubridor le conviniese guardarse para
sí, en estricto secreto, sus propias técnicas, en vez de compartirlas con
otros) y dio comienzo al período moderno de la Matemática europea.
En realidad, a Cardano también le
corresponden otros notables méritos, tales como los de generalizar más que
Tartaglia la resolvente de las ecuaciones de tercer grado, llegando a concebir
lo que luego serían los números complejos; escribió un tratado sobre
probabilidades, e inventó un ingenioso sistema mecánico de amortiguamiento para
carruajes que luego se usó para automóviles.
Es decir, que, el a veces injustamente
desacreditado Cardano, además jugó un rol destacado en el
descubrimiento de dos ingredientes básicos de la Mecánica Cuántica (que, como
veremos en posteriores artículos, se halla íntimamente ligada a la Astrología):
la Teoría de Probabilidades y los Números Complejos (3).
d) También confeccionaba horóscopos para la corte de
Rodolfo II de Praga, el astrónomo y matemático alemán Johannes Kepler (1571-1630), defensor del sistema
heliostático -no heliocéntrico- copernicano y autor nada menos que de las Tres
Leyes que describen (aunque no explican) el Movimiento
Planetario. De hecho, Kepler concibió por primera
vez que los Planetas seguían órbitas no circulares, sino elípticas en
uno de cuyos focos -palabra acuñada por él- está el Sol. En ello fue decisivo
su meticuloso estudio de la excéntrica órbita de Marte, siguiendo los datos
reunidos por su maestro, el astrónomo -y astrólogo- danés Tycho Brahe. Fue
la Tercera Ley de Kepler, y no una manzana, lo que condujo sesenta años después
a Newton a formular su "Ley de la Gravitación Universal".
Esta importantísima Tercera Ley del
movimiento de los planetas, apareció en su obra en cinco libros: "Las
armonías del mundo", en la cual Kepler extendió su teoría de la
armonía a la música, la astrología, la geometría y la astronomía. Sostuvo allí la
tesis de que cada planeta emite un sonido en su circulación alrededor del
sol (la pitagórica "Música de las esferas"; pueden escuchar la
"música de Saturno" en esta página web). Es de destacar el
hecho de que Kepler desconfiaba -con justa razón- de la
astrología de su tiempo "hija menor y alocada de la
astronomía", y que "despreciaba tanto el interés del
público [al consultar a los astrólogos, pues generalmente los cortesanos
consultaban puras vanalidades] así como las intenciones de los
astrólogos [que no siempre han sido ni son las correctas y
apropiadas]" (4). Su opinión de que "si alguna vez
aciertan [los astrólogos supersticiosos de su época] se debe a la suerte", la vamos a re-pensar luego, a la luz del concepto de
sincronicidad de Jung, así como de los modernos descubrimientos acerca del azar
en la Matemática y en la Física, tanto Clásica como Cuántica. Pero le
añadiremos otras opiniones suyas que nos completan su pensamiento respecto de
la Astrología y su notable espiritualidad:
"Estas y un sinnúmero de otras
transformaciones y fenómenos que acontecen en y sobre la Tierra, son de tal
regularidad y medida que no se pueden atribuir a ninguna causa ciega; y como
los planetas mismos no saben nada de los ángulos que sus rayos forman con la
Tierra, ésta debe poseer un Alma. La Tierra es un organismo viviente".
"Una cierta imagen del zodíaco y de
todo el firmamento ha sido impresa por Dios en el Alma de la Tierra. Esa es la
unión de lo celestial con lo terrenal, el origen de la simpatía [o
'sincronicidad', dirá cinco siglos más tarde Jung] entre Cielo y
Tierra".
"Los planetas y sus aspectos, tienen
influencia sobre las fuerzas anímicas del hombre...Ellos tienen influencia
sobre la concepción del nacimiento, por ende sobre el temperamento y carácter
del hombre, y sobre ello descansa gran parte de la Astrología. Posiblemente, no
sólo luz y calor emanan del Sol hacia todo el universo, sino que él es también
el centro y morada de la inteligencia pura y la fuente de armonía en todo el
universo (solar); además todos los Planetas poseen un Alma".
e) Algunos que tuvieron
acceso a los escritos privados de Newton -que
estuvieron dispersos mucho tiempo entre varios coleccionistas privados, pero
finalmente fueron recuperados-, aseguran que el mismísimo Sir Isaac Newton, uno de los más grandes
científicos de la Historia, según el consenso universal) practicaba la
Astrología (además de otras "seudociencias" según Bunge). Él
fue el
primero que logró explicar científicamente la razón por qué
resultan válidas las tres Leyes del Movimiento Planetario de
Kepler. En efecto, y esto sí a ha sido muy difundido
-a diferencia de lo astrológico- que Newton era un
practicante de la Alquimia y de la Cabalá, disciplinas
íntimamente ligadas, y prácticamente incomprensibles sin la Astrología.
También se supo que él creía que su famosa fuerza de atracción
gravitatoria era como un Cristo Cósmico, un Amor Universal que
unía a todos los cuerpos (en particular a los astros, a los hombres y a los
cuerpos) entre sí. El verdadero Newton no era pues ese
'empirista' ideal que siempre nos quisieron hacer creer, confundiendo el
sentido de su expresión "hypótesis non fingo" (5).
Los libros de
Alquimia de Newton, así como sus estudios cabalísticos y acerca de las medidas del Templo de Salomón ¡se muestran hasta en documentales televisivos con comentarios de reconocidos catedráticos ingleses de Cambridge! No ocurre lo mismo con sus escritos astrológicos. No nos extraña. ¡Es un dato muy fuerte! Y, sin embargo, Lord Keynes, el famoso economista, que coleccionó los manuscritos no publicados de Newton, resumió sus impresiones acerca de Newton con las siguientes palabras:
Alquimia de Newton, así como sus estudios cabalísticos y acerca de las medidas del Templo de Salomón ¡se muestran hasta en documentales televisivos con comentarios de reconocidos catedráticos ingleses de Cambridge! No ocurre lo mismo con sus escritos astrológicos. No nos extraña. ¡Es un dato muy fuerte! Y, sin embargo, Lord Keynes, el famoso economista, que coleccionó los manuscritos no publicados de Newton, resumió sus impresiones acerca de Newton con las siguientes palabras:
"En el siglo XVIII, y a partir de
entonces, Newton vino a ser considerado como el primero y el más grande de los
científicos de la era moderna, como un racionalista, como quien nos había
enseñado a pensar a lo largo de de líneas de razonamiento frío y sin
prejuicios. Yo no lo veo a esta luz. No pienso que nadie que ha meditado el contenido
de la caja que empaquetó cuando finalmente en 1696 dejó Cambridge y que ha
llegado a nosotros parcialmente disperso, le pueda ver de esta forma. Newton no fue el
primero de la edad de la razón, sino que fue el último de los magos [y
astrólogos; éste y otros agregados entre corchetes son nuestros], el último
de los babilonios y sumerios, la última gran mente que consideraba
al mundo visible e intelectual con los mismos ojos que lo consideraban aquellos
que comenzaron a construir nuestra herencia intelectual hace más de 10.000
años."
"Hasta aquí he expuesto los fenómenos
de los cielos y de nuestro mar por la fuerza de la gravedad, pero
todavía no he asignado causa a la gravedad... no he podido todavía deducir
a partir de los fenómenos la razón de estas propiedades de la gravedad y yo
no imagino hipótesis; ... [éstas] no tienen lugar dentro de la
Filosofía experimental ... Bien podríamos ahora añadir algo de cierto
espíritu sutilísimo que atraviesa todos los cuerpos gruesos y
permanece latente en ellos; por cuya fuerza y acciones las partículas
de los cuerpos se atraen entre ellas... Pero esto no puede exponerse en
pocas palabras; y tampoco está disponible un número suficiente de experimentos
mediante los cuales deben determinarse y mostrarse exactamente las leyes de las
acciones de este espíritu."
Isaac Newton ("Principios
matemáticos de la Filosofía Natural", Escolio General)
(1) "La atadura de
Isaac" y el sacrificio del carnero, es el símbolo de la Era
de Aries; el evidente simbolismo astrológico de las "12 Tribus de
Israel" descrito con detalles en Génesis 49; el símbolo
cristiano de "los peces", por la Era de Piscis, que siguió a
la de Aries; "Cristo y los 12" como el Sol pasando por los 12
signos zodiacales; "la Virgen" por Virgo, signo opuesto (y por ende,
complementario y vehiculizador) del "mesiánico" signo de Piscis; el
"hombre llevando un cántaro de agua" de Marcos 14, 13,
simbolizaba la entrada en la siguiente Era de Acuario, etc. Hay
toda una "clave astrológica" para entender la Biblia, así como hay
una clave numérica y cabalística.
(2) Carl Boyer,
"Historia de la Matemática", Alianza Editorial, 3° edición, 1994,
págs. 218 a 227. Carl B. Boyer, "Historia de la Matemática", págs. 361-364.
Ídem, pág. 409 a 412; en especial 411.
(3) "Las sombras de la
mente (hacia una comprensión científica de la consciencia)", Roger
Penrose. Ed. Crítica, Barcelona, España, 2007, págs. 267-275.
(4) "A hombros de
gigantes", Stephen Hawking, Ed. Crítica, 4° edición 2005, pág.
557.
(5) Es decir: "No
imagino hipótesis" ("dentro" de la Física, y
aquí en los "Principia", en un libro de carácter público)
sobre "el porqué" de las fórmulas y su posible "fuente y
origen" Metafísico.
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