El 20 de Julio de 1969, la humanidad consiguió un importante logro: que un hombre pisase la Luna por primera vez.
El primero en pisarla fue el austronauta estadounidense Neil Armstrong, ante la mirada de millones de personas alrededor de todo el mundo, que observaron este histórico acontecimiento a través de su televisor.
Mientras descendía por la escalera del módulo, Armstrong proclamó la famosa frase:
"Este es un pequeño paso para el hombre,
pero un gran salto para la humanidad".
Armstrong, Collins y Aldrin |
Desde un
punto de vista puramente idiomático, la llegada del hombre a la Luna, es
una proeza científico-técnica. Desde un
punto de vista simbólico, la llegada del hombre a la luna,
nos plantea la posibilidad de una renovación de sentido:
¿Qué puede simbolizar
como colectivo humano que el hombre haya llegado a la Luna y haya recorrido la
cara oscura y desconocida de nuestro satélite -cara que ningún
otro humano desde que existe humanidad había conocido-, siendo, por lo tanto,
un hecho inaugural de nuestra cultura?
Cuando
abordamos algo desde una escucha y mirada simbólica, instalamos la pregunta, y
esperamos con una actitud receptiva, como dejando al movimiento del pensar
habitual -el discurrir del pensamiento, el bla bla constante-, en stand
by.
Esperamos y
confiamos en que en algún momento -momento no controlado por el ego- habrá una
apertura de sentido…habrá una puerta que se abre, y nos permitirá ver,
comprender algo.
Qué puede simbolizar la llegada del hombre a la Luna
Las dos
caras de la luna: una siempre visible (aunque por fases, cambiante) otra
siempre a oscuras y no visible desde la tierra (aunque se la pudo recorrer):
puede simbolizar que estamos -como humanidad- en condiciones de explorar
aspectos oscuros que nunca antes habían sido integrados -“ligados” como dicen
en psicoanálisis- a la conciencia.
También
puede simbolizar que estamos en condiciones de empezar a levantar una parte del
velo -esto es ir desvelando- aspectos que hasta ahora eran un misterio para el
hombre y vinculados a la naturaleza de lo lunar (“matter”- madre, - materia):
en el ámbito de cómo se constituye el aspecto formativo orgánico. El proyecto
genoma que se ha decodificado.
La Luna
en astrología es considerada el receptor
universal. Actúa como “filtro” de todo lo que nos llega: en este
sentido, no sólo nos protege de la radiación solar, sino que simbólicamente
hablando, la exploración del Cosmos, también se relaciona con la llegada del
hombre a la Luna. Desde el plano simbólico, esto puede implicar una
apertura y receptividad a aspectos nunca antes percibidos ni integrados a
nuestra conciencia. Es una época de des-cubrimientos inéditos (la
Luna se relaciona con "cobertura", cobijo, envolvimiento, por lo
tanto, algo se está des-velando, des-cubriendo) , que requerirán una
tremenda capacidad de metabolización de información novedosa. ¿Estamos
acompañando la ocasión?
En tanto se
vincula a la Luna con el aspecto madre, haber llegado hasta ella, sería un
símbolo de que ya la vida nos pide integrar la función materna, es decir, “soltar
las faldas de mamá”, dejar de esperar que ella nos solucione los problemas y
viva colmando nuestras necesidades -sin importar cuánto desorden hagamos al
igual que un niño travieso-. Nos indica que necesitamos empezar a manifestar el
aspecto materno en nosotros, y del mismo modo que hace una madre, preocuparnos
por nuestro entorno. Por ejemplo, en lo colectivo se relaciona con cuestiones
ecológicas -ser receptivo a las necesidades de nuestro planeta-, la
súperpoblación ( la luna rige la reproducción), el uso de los recursos
(la luna rige la proliferación de la sustancia).
En tanto
símbolo de Madre–Matriz, también puede implicar -en lo
psicológico- el ir destetándonos de la Matriz de los espejismos colectivos, y
ser capaces de discernir de modo independiente.
Fotografía de Buzz Aldrin por Neil Amstrong tomada con una cámara de 70 mm. |
Leer también >> El simbolismo de la Luna en Astrología
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