miércoles, 13 de febrero de 2019

Reflexiones epistemológicas sobre la Astrología - 11° Entrega

 Tres Principios básicos para un “Paradigma Astrológico”

Dr. Adolfo R. Ordóñez

“Ahora, Kitty, si tan sólo prestas atención, en vez de hablar tanto, te contaré lo que pienso de la Casa del Espejo. Primero está la habitación que puedes ver a través del espejo. Es igual que nuestra sala, sólo que las cosas están al revés…”
“¡Es irritante! [Alicia] ¡Ya he cortado varias tajadas, pero siempre se unen de nuevo!”
“Tú no sabes cortar tortas de espejo –observó el Unicornio-. Distribúyela primero y córtala después”
                                                                                                         Lewis Carroll “A través del espejo”

Astrología y mirada Arquetipal
Los antiguos egipcios, que se interesaron mucho en la Astronomía-Astrología (ellos no diferenciaban entre ambas disciplinas), notaron que la “vivificante” inundación anual del valle del río Nilo tenía lugar poco después de la llamada “salida heliacal” de Sirio, es decir, cuando esta estrella salía por el Este de Egipto justo antes que el Sol (1). Sirio es la estrella más brillante del Cielo –en ambos Hemisferios- y los egipcios la denominaban Sothis, y la consagraban a la diosa Isis-. Posiblemente, sentían una asociación de dicha “inundación” con el fluir del “líquido amniótico” durante el “parto anual” de la Madre-Naturaleza, dando a luz a “las primicias” de una renovación de la vida. Cuando ello sucedía, Sirio oficiaba del “heraldo” que anunciaba la prodigiosamente salvadora crecida de este río, transformando sus orillas en el mayor de los oasis, enmarcado en el desierto más grande del planeta. Detrás de este “hecho natural”, que sin embargo, llama de forma no menos “natural” al sentido simbólico, sin duda imaginaron o “mitologizaron” que se hallaba la Divina Madre Isis, la Gran Proveedora de la vida y del alimento.
Desde nuestra perspectiva actual, “pensamos que desde luego” la lejana estrella Sirio no
era más que una indicadora de un ciclo, de la llegada del período cálido y del consiguiente derretimiento de los hielos de montaña que alimentan al Nilo y lo hacen desbordar. En otros términos, nuestra cultura nos “hace preferir” la explicación racional de que aquí se trata “sólo” de “causas físicas” perfectamente lógicas, y que no “se requiere” de ningún mito: la salida heliacal de Sirio señalaba entonces, fortuitamente y sólo para Egipto – sin que a esto se halle asociado ningún significado o arquetipo mítico- que vendría el calor que derretiría los glaciares y produciría mediante ese “mecanismo natural” la próxima crecida del río Nilo.
Aquí es necesario remarcar que la explicación racional del fenómeno físico citado no excluye la presencia activa de un sentido mítico arquetipal. Más aún, privarlo del mismo, empobrece y fragmenta artificialmente la conexión del ser humano con su entorno vital. De ahí a los dramáticos “problemas ecológicos” que hoy padecemos, hay una sencilla y “lógica” relación “causa-efecto” y un breve período de tiempo (2).


Astrología y explicaciones cientificistas usuales para descalificarla: Mirada causalista

Muchos niegan a la Astrología, o la consideran “una tan antigua como descabellada superstición” porque la piensan exclusivamente desde lo causal, y desconociendo o rechazando el valor de lo mítico, y además porque esa misma valoración tan negativa que los condiciona, obviamente les impide acceder a formarse una experiencia directa del enorme valor psicológico de la información que la Astrología brinda. Hemos de poder juzgar con conocimiento propio la metodología que utiliza, y los múltiples beneficios psicológicos que resultan tanto de la tarea de aprender a “extraer” o “leer” esa vital y preciosa información, como de la de “abrirnos” a ella e ir “procesándola”, ya que pone en evidencia lo que realmente somos, nuestras potencialidades aún dormidas, así como los ciclos de su desenvolvimiento pari pasu con los ciclos del cosmos.
Ahora bien, aunque el Universo in toto incide indudablemente sobre nosotros en ciertos aspectos causales –basta considerar las mareas, la influencia electromagnética de los vientos y de las manchas solares, los rayos cósmicos, los meteoritos capaces de traer vida a nuestro planeta, o bien de causar extinciones masivas, etc.- evidentemente, la relación del Cosmos con nuestra psique y nuestras relaciones vinculares no se trata de un “efecto” producido o “causado” por alguna de las cuatro interacciones o “fuerzas” conocidas: gravitatoria (que hace caer a las cosas), nuclear débil (responsable de la radiactividad), electromagnética (que explica la química, la luz y los motores) o nuclear fuerte (fuente de la energía nuclear).  ¿Cómo podría serlo?. ¡Más aún, la Física Cuántica nos ha enseñado que la acausalidad está en la base de esas mismas interacciones!

Probabilidades, 'dados cargados' y Sincronicidad  (Relaciones Acausales)

 De ahí la necesidad de recurrir a las medidas de probabilidad (en plural, nótese bien, pues varían –tal como ocurre con un dado cargado- con el estado del sistema y con el
“observable” que se mida). Es como si el estado y el observable elegido para medir, tuvieran el efecto análogo al de “cargar los dados”, haciendo que aumente la medida de probabilidad de que ocurran ciertos sucesos usualmente “improbables” y que disminuya la de otros, habitualmente muy “probables”.
¿Acaso no vemos cómo resulta afectada nuestra posibilidad de ganar una partida de cualquier juego de azar cuando estamos deprimidos, malhumorados, pesimistas, negativos, “con mala onda”, etc.? Como saben muy bien los médicos cirujanos, tales estados “de desánimo” pueden incluso afectar –para mal- los resultados en el paciente de una intervención quirúrgica. ¡No sólo es cuestión de preparar la dieta, sino también la psique de quien ha de ser operado!

Compárese lo anterior con lo que dice Jung (3) [la letra en negrita es mía]:

“Si consideramos la sincronicidad o los arquetipos como pertenecientes a lo contingente, esto último adquiere el aspecto específico  de un “modus” que tiene el significado funcional de un factor formador del mundo”.
“El arquetipo representa la probabilidad psíquica, por cuanto representa el acontecer común e instintivo en una especie de “tipos”. Es una especial instancia psíquica de la probabilidad general, que consiste en leyes del azar y sienta reglas para la naturaleza exactamente del mismo modo que la mecánica”


Por ello, a nuestro juicio:

Acausalidad y Física Cuántica
Lo más importante de la interconexión astrológica hombre–Cosmos, lo que hace que aparezca “reflejado en el cielo” lo que nos ocurre adentro y en nuestros vínculos “aquí en la Tierra”, es de índole acausal y sincronística. Hay una forma de entender dicho nexo que no requiere de la causalidad, sino de un “entrelazamiento” del tipo de la Física Cuántica, y de la “no localidad” (4) a éste asociada, tal como dijimos que ocurre en las mediciones de las partículas gemelas cuánticamente entrelazadas.

Así como en nuestros ojos se “envuelve información cósmica” al mirar el cielo nocturno, que nuestra mente luego decodifica o “desenvuelve”, mostrándonos el bello panorama del cielo estrellado, así el Todo “entrelazado” se refleja holográficamente en cada parte, y haciendo que todo marche sincronísticamente. Como es “adentro”, así es “afuera”. Como es “afuera”, así es “adentro”. Porque, en realidad, hay un Único e inseparable “Holofluir”.
La Astrología, se basa en una “extrapolación” a otros niveles –sobre todo psicológicos- de los mismos Principios Teóricos Fundamentales sobre los que descansa la Cosmología y la Física Cuántica.
Habiendo ya desarrollado -lo más sucintamente que me fue posible- por separado cada uno de dichos tres Principios que nos parecen particularmente relevantes, los enunciaremos ahora en forma conjunta y compacta:



1°) El Principio Cosmológico (viene de la Cosmología)
Todo el Cosmos (5) surgió de un “Punto (o Puntos) Primordial (es)” que lo contenía (n) Todo, pero “envuelto” y de un modo potencial, mediante un “Big Bang”, a partir del cual se fue diferenciando y actualizando en partículas subatómicas, átomos de hidrógeno y de helio, nubes de gases que se fueron condensando, formando así cientos de miles de millones estrellas y planetas, en cada una de los cientos de miles de millones de galaxias, todas unidas entre sí por un “tejido espacio-temporal” que se ha ido expandiendo durante unos 13.700.000.000 millones de años a partir del “gran estallido” inicial.

2°) El Principio Holográfico (derivado de la Física Cuántica expresada por David Bohm”)
La Única Realidad Sustancial es la Holokinesis u Holomovimiento, que se caracteriza por tener un “Orden Implicado”. Este es tal, que cada una de sus partes” puede tener “envuelta” o “plegada”
información de la totalidad, o sea “del todo” (“holos” en griego); y –lo que resulta más obvio- el todo (en particular, el Cosmos) envuelve la información concerniente a cada una de sus partes”. Dicho Orden Implicado (o “plegado”) se va desplegando gradual y sucesivamente en innumerables “subtotalidades” relativamente autónomas, que son proyecciones del mismo Todo y que poseen cada una su propio “orden explicado o desplegado”, (en particular, son ejemplos las constelaciones dentro de nuestra galaxia, el sistema solar, y cada ser humano). Por tal motivo, todas estas proyecciones guardan entre sí muchísimas correlaciones.

3°) El Principio de la Sincronicidad (viene de la Física Cuántica y de la Psicología Analítica de
Carl Jung)  Principio de conexión acausal entre el Cosmos (cuánticamente considerado) y el hombre (psico-físicamente considerado). La cual, junto con los “patrones de orden significativo” de todo lo que observamos y que está dado por los arquetipos, acciona tanto en la “psi-que” aparentemente interior y subjetiva (6) como en la materia aparentemente exterior y objetiva ("fi-sis"), originando “adentro” todos los mathemas y mythemas, las fórmulas matemáticas más geniales y los sueños simbólicos o las Mitologías, y “afuera” las correlaciones que los astrólogos han ido identificando durante siglos (7).

A mi juicio, estos tres Principios constituyen la clave para:
i) concebir porqué es posible que la Astrología funcione, así como también,
j) cómo es que debemos –o podemos- entenderla.
Recurriendo a una metáfora aclaratoria: cuando nos miramos al espejo y vemos que nos salió algún granito, no lo atribuimos al espejo: éste no fue su causa, tan sólo refleja nuestro rostro, y al hacerlo nos brinda una útil información. Además, somos nosotros mismos, ya sea por nuestra acción directa o simplemente dejándolo, los que hacemos que el granito se seque, pero en todo caso por mecanismos que nada tienen que ver con el espejo. Y al final, después éste terminará reflejando nuestro rostro ya sin el granito. De modo similar, cuando miramos la hora en nuestro reloj, no pensamos que el tiempo es “causado” por el movimiento de sus agujas: éstas sólo están correlacionadas sincronísticamente con la marcha temporal y la indican
Del mismo modo, los astros no hacen sino reflejar nuestros rasgos personales en el espejo del firmamento y en el movimiento de los planetas en relación al fondo de las constelaciones. El asunto es aprender a “mirar y ver” en el abovedado espejo estelar, así como “aprender a leer la hora” en el complejo reloj astral. Pero cualquier cosa que hayamos aprendido a ver sobre nosotros mismos o de nuestro tiempo, y lo que luego hagamos, habrá sido iniciada por nosotros mismos y nuestro entorno.

Genuina actitud científica frente a la Astrología
Y para saber si ello es verdadero o falso, hemos de recurrir a la observación de muchos casos. ¿Acaso no es esa la genuina “actitud científica (observar, formular una hipótesis y contrastarla experimentalmente antes de negarla rotundamente y “a priori”)? Claramente, no basta que tratemos de entender “por qué funciona” desde nuestra estrechez mental o la del paradigma que condiciona nuestra mirada.
Después de todo, ya hemos mencionado un antecedente “científico” en el cual se aceptó algo (las tres leyes de Kepler) a partir de su formulación descriptiva y se lo consideró posible, es decir, no se lo negó a priori, hasta que muchos años después Newton pudo explicarlo físico-matemáticamente. En efecto, las tres leyes de Kepler no fueron menos válidas en el intervalo entre su formulación –meramente descriptiva de lo que sucedía- y la explicación teórica pensada por Newton -y posteriormente "afinada aún más" por Einstein- de porqué sucedía de ese modo.
Por eso, y con el propósito de “hacer plausible” la Astrología entre los más escépticos, propongo aprovechar los notables avances actuales en todas las áreas del saber que me son conocidas, e intentar llegar desde un “keplerismo astrológico” hasta un “esbozo” de explicación de las posibles razones implicadas en el funcionamiento de las reglas astrológicas.
Por favor, no deseo que me malinterpreten. No pretendo menospreciar la imprescindible, complejísima e invalorable labor “descriptiva” que debe preceder a cualquier intento “explicativo”. Sin la precursora labor de Kepler no hubiera sido posible la -notable pero perfectible- explicación de Newton.

¿La Astrología, una Ciencia Mayor?
En relación a esto, la situación de la Astrología es muy diferente que la de la Astronomía
y la Astrofísica, puesto que “la mera descripción” astrológica es una tarea monumental de trabajo de campo, de relacionar datos y de hermenéutica, llevada a cabo por muchísimas generaciones de astrólogos de todo el mundo. Y además, si bien “explicar” es importante desde el punto de vista epistemológico, la buena práctica astrológica requiere –como la de la Psicología y en general, la de todas las Ciencias Sociales- sobre todo elcomprender” y “sentir” lo más finamente y del mejor modo posible el nexo entre “el Cielo” y “la Tierra”.
En este sentido, considero imprescindible profundizar en la tarea pionera de Carl Gustav Jung, que “describe” con gran claridad los fenómenos sincronísticos, y –en general- de la Psicología Analítica que él inició, sin los cuales resulta imposible “captar” la importancia y sutileza de todo lo que está juego en la fenomenología astrológica. Eso no podría surgir nunca de la “mera explicación” del tipo más físico y metafísico de David Bohm –por mucho que éste haya aportado en la elucidación de los “supuestos teóricos subyacentes”-.
Esto tampoco lo digo con el ánimo de descartar las otras muchas ramas de la Psicología y del Psicoanálisis. Cada una de ellas tiene su lugar en el maravilloso despliegue de esa “Ciencia Mayor” sintetizando a todo un Grupo de Ciencias que presiento subyace en la Astrología, y que tiene una base filosófica, teórica y experimental tan sólida, que ha sobrevivido a todos los ataques e intentos de considerarla “desde afuera” como una “pseudociencia” o incluso de destruirla “desde adentro”, mediante una práctica “pseudo-astrológica” omnipotente, fatalista y carente de idoneidad.



(1) Así como ocurre “en pequeño” con Venus (la "Diosa del Amor"), “el Lucero del Alba”, cuya bella y conmovedora luz que parece mayor -como la luminosidad de Sirio, justamente- anuncia que vendrá la mañana.
(2) Aquí es donde protestamos: ¿qué seguridad tenemos de ello? No se trata de lo que nuestra cultura afirma, que es muy claro e indudable, sino de lo que niega. Esta es, generalmente, la causa principal de muchos malentendidos e injusticias entre los pueblos de diferentes culturas, o entre los seguidores de distintas religiones.
(3) “La interpretación de la naturaleza y la psique” (ya citada), pág. 119
(4) Ello significa –esencialmente- que, aún cuando los objetos ocupen regiones muy alejadas uno del otro en el espacio, no están, sin embargo, realmente separados en el sentido de que pueden seguir afectándose mutuamente. Dicho de otro modo: no es verdad que sólo son posibles vínculos locales entre dos cuerpos, o sea cuando están en contacto cercano, , como cuando el pié le da un impulso a la pelota al chocar contra ella. Como ejemplo de una influencia “no local” están las dos partículas gemelas de la EPR, que se afectan instantáneamente y a la distancia a través de ψ, su “estado cuántico” común. Einstein nunca pudo aceptarlo como un hecho –él lo señaló (en “la paradoja EPR”) “como una predicción que evidenciaba lo defectuosa que era la cuántica”, pero los experimentos realizados en décadas posteriores a su muerte, han confirmado la existencia de correlaciones del tipo que predice la cuántica.
(5) Por lo menos con el “Cosmos” o "Universo" con el que estamos físicamente conectados y que nos es –al menos en teoría- accesible. Esta observación es importante por la especulación en la existencia de un "Multiverso", ¡Del cual "nuestro Universo", surgido de "nuestro Big Bang", sería sólo una parte! Así como antes de 1930 creíamos que sólo existía la Vía Láctea -que era considerada "el Universo"- y hoy sabemos que hay miles de millones de Galaxias sólo en este Universo.
(6) Obsérvese la relación con el símbolo de “la esfera cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna” de los antiguos; correspondiente al arquetipo del “Unus Mundus” de Jung. Recomendamos para este tema el libro del físico canadiense F. David Peat, “Sincronicidad. Puente entre la mente y la materia”, Editorial Kairós, Barcelona 1988; y “La sincronicidad. ¿Existe un orden acausal?, que contiene trabajos de diferentes autores, especialistas de renombre en distintos campos científicos, gedisa editorial, Barcelona, 1987.
 (7) Esto es análogo al estado cuántico, y a “la función de ondas” que en cuántica se anota con la letra griega ψ (“psi”) y a los campos de materia, simbolizados por la letra Φ "fi". Esta notable analogía fue señalada por David Bohm. Es un ejemplo de hecho sincronístico, verdaderamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tus dudas o comentarios son bienvenidos!