Un abordaje psicológico de las actuales tensiones estelares Saturno/Plutón, Saturno- Júpiter/Urano- Marte (2020, 2021):
En épocas de Pandemia y cuarentena, en períodos de crisis de transición, qué pasa con la resistencia anímica. ¿Podemos quebrarnos? ¿Cómo responde la psique en estos momentos de enorme tensión e incertidumbre?
La Fragilidad
Psíquica
Patricia Fernández Acosta
Hace unos días, conversaba con un ser querido cercano. Él
estaba preocupado por un conocido suyo. Y me preguntaba, si yo como psicóloga,
podía darle alguna indicación acerca de si esa persona, por su historia
personal, por sus antecedentes familiares, y por la crisis actual (pandemia,
crisis económica…), padecía riesgo de ‘quiebre, fractura, o descompensación
psíquica’, o como deseemos llamarle a un ‘brote’ psicótico: una pérdida del
sentido de la realidad, un divorcio de la misma, una ruptura de tal índole que
la psique no puede recuperarse totalmente regresando al estado previo de esa
‘disrupción’.
Esa charla me dejó pensando sobre el tema. Recordé, por
ejemplo, que Erich Fromm afirmaba que la psique humana es muy maleable (mucho
más que la de la vida anímica de los animales más inteligentes, fuertemente
regidos por el instinto). Pero, al mismo tiempo, advertía, no es infinitamente
maleable. De modo, que hay un tope, una tolerancia, propia de cada ser humano
que manifiesta un límite frente al abanico de posibilidades experienciales,
vitales.
Por otro lado, también vino a mí el descubrimiento de
Alexander Lowen, agudo observador y ‘lector’ del cuerpo humano
correlacionándolo a éste con los diferentes modos de organización anímica (obsesiva,
histérica, depresiva, psicopática, psicótica, etc.). Lowen se dio cuenta, que
más allá de la ‘clasificación’ psíquica que caracterice a cada ser humano,
existe un factor común que nos atraviesa a todos sin distinción: el miedo al
quiebre psíquico. El miedo a no resistir, a no tener fuerzas para atravesar
ciertas situaciones.
Siguiendo las reflexiones en este sentido, pensaba en mi
propia experiencia terapéutica, y lo que vengo observando en la práctica de
consultorio. En la facultad, predomina hoy la línea lacaniana. Ésta afirma que,
en relación a la psicosis, puntualmente hablando, previo a un brote, no
podemos, los psicólogos, confirmar con seguridad que estamos frente a una
estructura anímica de tal índole. Por
otro lado, otras líneas psicoanalíticas, aseguran que con un psico - diagnóstico,
sí es posible. Es decir, frente a la consulta puntual de mi amigo, acerca de si
es posible anticipar un ´brote´ cuando una persona está ‘compensada’ y lleva
una vida en la que aparenta salud anímica relativa (como cada uno de nosotros),
algunos teóricos (los lacanianos) se inclinan a responder que ‘no’, y otras
líneas (psicoanálisis no lacaniano, especialmente, la Escuela inglesa), creen
poder ‘preveerlo’. En mi caso, soy de las que acompaña a la posición lacaniana: En mi práctica, tanto psicológica como fonoaudiológica, durante muchos años
trabajé elaborando psico - diagnósticos. Obviamente que en éstos aparecen
indicadores de psicosis. Pero siempre, posteriores al brote, y no previos. En
una evaluación psico – diagnóstica, también podemos ver sí, pobreza psíquica,
pobreza de recursos. Pero no podemos garantizar que esa pobreza derivará en un
quiebre anímico.
Y lo que sí he visto, sin lugar a dudas en los años que llevo
de práctica psicoterapéutica, es que el
acompañamiento amoroso y perseverante, un encuadre claro, hacen muchísimo en la
vida anímica para sostener, compensar y templar una psique. Y no me refiero
aquí exclusivamente al espacio del consultorio. Me refiero a la vida misma: la
amabilidad amorosa acompañada con límites claros, con nuestros amigos, familia,
lugar de trabajo, el contacto casual (¿casual?), con un vecino, o un transeúnte
hacen la diferencia en el devenir anímico de un ser humano, sin duda alguna,
insisto.
¿Pero, además, cuando
hablamos de ‘fragilidad psíquica’, qué queremos decir? ¿Nos referimos a
esos seres que observamos más sensibles y vulnerables, a aquellos que parecen
menos ‘fuertes’? Sin embargo, he visto humanos aparentemente ‘muy fuertes’, con
posiciones muy determinantes y definidas frente a las circunstancias; los individuos considerados de ‘mucho carácter y de poderosa personalidad’, que parecen ‘arrolladores’, y que sin embargo, han ‘colapsado
anímicamente’. Y en cambio, también he sido testigo de personalidades menos
auto sostenidas –aparentemente-, y que ‘sobrevivieron’ o ‘resistieron’ a
circunstancias que aquéllos que creíamos ‘fuertes’, no.
Algo de esto llamó la atención de Víctor Frankl, en los
campos de concentración, y determinó que
cuando terminó la Guerra, abandonara
la práctica psicoanalítica tradicional, y desarrollara su famosa Logoterapia o Tercera Escuela de Análisis Vienés, en
la que afirma que ‘la búsqueda de sentido’, el preguntarnos el ‘para qué’ de
lo que nos acontece, es decisivo a la hora de pronosticar el devenir psíquico
de alguien.
En la práctica personal en consultorio, los insights
junguianos también me han servido mucho. C. G. Jung afirmaba que la conciencia
individual, considerada como ‘el aspecto faro de la psique, que va iluminando
los procesos anímicos’, es un logro relativamente reciente de la especie.
Recordemos que, en la edad Media, no existía lo que hoy conocemos como ‘autoría
individual’. La ‘conciencia de sí, como constituyendo el individuo un centro
vital con posibilidades creativas y expresivas, es una adquisición anímica del
Renacimiento.
Las crónicas medievales, el arte en general (pinturas, música, bajo
y altos relieves, etc.; en fin, todos estos registros que nos han quedado de
esa época), son anónimos, lo cual señala que no se había establecido, a nivel
psíquico aún, esta ‘conciencia de sí’ como un foco estable y pesquisable en la
vida anímica individual y colectiva. Este momento inaugural en el devenir
anímico humano constituye la fase leonina del proceso, diríamos en Astrología. La
auto - conciencia individual, recién empieza a aparecer cada vez con más
consistencia, a partir del siglo XV, con un Leonardo, un Miguel Ángel, un
Boticelli, y así llegando a nuestra época actual. Es decir, recién aparece con
la ‘autoría’.
Por este motivo, C. G. Jung nos marca que, en términos de
Proceso de Individuación Colectivo, el asentamiento de una conciencia considerándola
como este factor que ‘va conscientizando, o comprendiendo los procesos’, es
algo que aún debemos cuidar como especie, porque, es perfectamente posible que,
debido a ciertas condiciones particulares, una ‘conciencia frágil’, quede
subsumida frente al avance de las ‘aguas del océano del Inconsciente
Colectivo’, y desaparezcan estos logros históricos de la especie recién
citados.
Hecha la introducción
junguiana, podemos volver a qué consideramos ‘un humano frágil’.
Ateniéndonos a la
aparición prácticamente reciente de la conciencia individual, decíamos, el
proceso de maduración de la especie, presenta dos riesgos de quiebre:
- · Cuando
la organización anímica se caracteriza por demasiada sensibilidad, vulnerabilidad,
queda más expuesta a los avances desmedidos de las aguas de lo Colectivo, es
cierto.
- · Sin
embargo, también, personas con fuertes mecanismos de racionalización defensiva,
con una conciencia prácticamente disociada de la dimensión inconsciente corren
riesgo de quiebre. Pues lo inconsciente avanza sobre la consciencia
regularmente, llevando y trayendo información. Y si el vínculo entre ambas
caras anímicas se interrumpe –algo muy común en la cultura actual-, puede
sobrevenir lo que C. G.Jung denominaba una ‘compensación enantiodrómica’, una
oscilación pendular anímica. Y aquello que fue rechazado por la conciencia
durante largo tiempo, avanza de modo compensador sobre ésta, invadiéndola y
sumergiéndola en las oscuridades de la manifestación arquetipal numinosa. Esto
fue lo que sucedió, según el psiquiatra suizo, durante la 2° Guerra, en la
Alemania nazi.
De modo que, honrando
a Siddahrta Gautama, Buda; el 'Recto Sendero', es el Sendero del medio: La psique requiere la
expansión y el repliegue; la receptividad y la asertividad; tanto como el
cuerpo la inspiración y la inhalación.
¡En síntesis, ante la
pregunta de este ser querido, no es fácil determinar anticipadamente el
‘quiebre’ de un ser humano, pues éste depende de tantos factores! Consideraremos
con atención sus antecedentes familiares (la herencia, sí), su propia historia,
la construcción de su carácter, las elecciones vitales(*) que ha venido haciendo,
las circunstancias medioambientales y sociales actuales y las que ha tenido que
atravesar, pero, sobre todo, el amor y el sostén anímico que vaya recibiendo.
Mas, sin embargo, hay un factor inefable al que aludía Víctor Frankl, y es la
conexión con ese Núcleo Silencioso que alberga en lo insondable de cada ser
humano. No importa cómo lo denominemos. Frankl notó, que, si nos hacemos
preguntas existenciales, si lanzamos preguntas al Universo, ese Núcleo en algún
momento se hará notar. C.G. Jung también remarcaba que, en los momentos de crisis,
hay un factor de Guía Interior, que se expresa como una experiencia
trascendente y sanadora para el ser humano.
(*) Por 'Elecciones vitales', me refiero no sólo a decisiones tomadas en el mundo exterior, sino también al trabajo interno, lo vincular, en este sentido, siempre define el paisaje de lo exterior y de lo interior. Aquí entraría el trabajo con la 'máscara' construída, la integración de la sombra, la dinámica ánima/ánimus, etc.